sábado, 16 de febrero de 2008

Sepelio de Miguel Ángel terminó en reunión política


Con lágrimas despidieron sus padres y vecinos de La Azucena al pequeño Miguel Ángel López Rocha, quien tenía ocho años de edad. Foto: Tonatiuh Figueroa

Para la mayoría de los habitantes de La Azucena, el río Santiago se mantuvo en su escondite hasta hace dos semanas. Muy tarde: muchos tienen tres años viviendo junto a él.

Vanesa Robles - PÚBLICO

Para la mayoría de los habitantes de La Azucena, en el municipio de El Salto, el río Santiago se mantuvo en su escondite hasta hace dos semanas. Muy tarde: muchos tienen tres años viviendo junto a él. Por las tardes se ejercitaban en sus márgenes. A dos metros de las aguas alguien pintó una cancha llanera para los niños y a éstos se les ocurrió saltar una barda de tierra, de no más de dos metros, hecha ex profeso con costales de arena tras la cual el torrente se desliza como una cobra furiosa.

En los últimos días los padres de familia se han enterado de que tras la barda, a unos centímetros del río, los niños tenían “clubes” de juegos.

La información la desencadenó el coma de Miguel Ángel López Rocha, el niño que jugaba cerca del Santiago y el miércoles murió, envenenado con arsénico. La muerte enardeció los ánimos en El Salto y Juanacatlán.

Ayer, el sepelio fue una mezcla de sonidos, entre los llantos que sólo se oyen en los funerales y los gritos que sólo se escuchan en las protestas públicas desesperadas.

Hubo acusaciones contra la constructora HIR, que sigue edificando un fraccionamiento, el Bonito Jalisco, en La Azucena. Contra el Ayuntamiento de El Salto, cuyas administraciones pasadas autorizaron ése y otra decena de colonias pegadas a un torrente envenenado y una zona industrial en la que nadie sabe el destino de los tóxicos sólidos y de la cual nadie sabría escapar en caso de una contingencia. Contra el presidente de México, Felipe Calderón, quien después de la tragedia no ha sido para enterarse de las cosas. Contra el gobierno de Jalisco, que ni ha ido a La Azucena —excepto ayer, a través de sus relatores secretos— ni ha respondido qué demonios hará con el río.

Todos somos culpables, respondía el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, desde un salón del emporio Hilton en Guadalajara.

Todos fuimos engañados, ardían en cólera desde la cloaca de Guadalajara los vecinos del río Santiago.

De HIR se conocen dos historias. Una es la del albañil Juan Carlos Torres, quien sufre deformidades y ceguera parcial desde hace más de un año, después de que hizo, sin protección, la limpieza de un canal de aguas negras que comunica a La Azucena con el Santiago y fue despedido tras una convalecencia en el hospital. Y la de María del Refugio Rocha, la tía de Miguel Ángel, que se dedicaba a limpiar las casas recién edificadas y fue despedida hace diez días, cuando la enfermedad de su sobrino se convirtió en un escándalo de muchas piezas: una de ellas es la constructora.

Pero HIR, su fraccionamiento de más de nueve mil viviendas y su barda de tierra que esconde al Santiago no estarían en La Azucena de no haber sido aprobados por la mayoría de un cuerpo de regidores del Ayuntamiento de El Salto.

“¿Y ahora qué? Tenemos que luchar para que limpien el río. El gobierno no va a reubicar a la comunidad entera. El río va a estar limpio porque vamos a pelear”, afirmó ayer la presidenta de los padres de familia de la primaria de La Azucena, Martha Pérez.

Relató que por su casa de 28 metros cuadrados pagará 2,040 pesos mensuales durante 30 años: 734,400 pesos, intereses sobre intereses.

Otros vecinos afirmaron que bloquearán la construcción de nuevas viviendas en Bonito Jalisco. Unos más se pronunciaron por la suspensión de pago a las hipotecarias públicas y privadas. Todo, en un sepelio que acabó en una reunión política donde los partidos no hicieron falta.

Durante la misa del adiós a Miguel Ángel, consagrada por cinco sacerdotes, el cura de la parroquia Madre Admirable, Salvador Pérez, había dicho: “Dios escribe derecho con renglones torcidos. Hoy parece que ya se vislumbra una luz dentro de las tinieblas: no esperemos que esto se repita, para actuar”. El concelebrante, el padre Andrés, había ido más allá: “Y tú, Miguel Ángel, ¿ya estás pidiendo a Dios por todos los que viven cerca de este río? Yo estoy seguro que tu muerte será señal para que luchemos por un cambio. Que nunca más un niño sufra lo que sufriste. Que este río sea tan limpio que los niños puedan jugar cerca de él”.

Dos horas después, el féretro blanco de Miguel Ángel, un ataúd blanco y pequeño, desapareció bajo el cemento fresco.

El río Santiago sí mató al pequeño: Rivas Souza

El haber ingerido una considerable cantidad de agua del río Santiago, lo cual trajo como consecuencia una septicemia, “dado que es tóxica”, fue la causa de muerte del niño Miguel Ángel López Rocha, así lo afirmó el titular del Servicio Médico Forense (Semefo) Mario Rivas Souza.

Lo anterior, durante una entrevista en la emisión radiofónica vespertina Pulso Informativo, en la cual el especialista en medicina forense hizo una descripción de cómo pudo haber sucedido el accidente del menor fallecido: “Después de la necropsia practicada, que se hizo con mucho cuidado, se hicieron todas las tomas necesarias para poderlas examinar laboratorialmente, algunas [tomas] aún no están [examinadas, pero] personalmente pienso que este muchacho andaba jugando con otras criaturas, se cayó, se golpeó, se medio descontroló y entonces chupó agua del río y como es tóxica le ocasionó la septicemia”.

Rivas Souza reconoció que en su larga trayectoria como médico forense no había visto un caso como el de Miguel Ángel, “nunca había yo comentado algo igual”, sin embargo dijo que tampoco tenía antecedentes de alguna muerte de habitantes de la zona de El Salto por una causa similar a la del niño. Sobre la atención médica que recibió Miguel Ángel por parte de la Secretaría de Salud, Rivas Souza expuso que los médicos “le hicieron todas las luchas habidas y por haber, no recuerdo un segundo en que no se haya atendido a esta criatura”, pero confirmó que en el cadáver del infante había sustancias tóxicas.

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