“Esto aumentó con la llegada de Alberto Cárdenas como gobernador”, lamenta uno de los afectados
JUAN CARLOS G. PARTIDA (Enviado) La Jornada - JaliscoCosta Alegre, 13 de mayo.- La presión sobre lugareños que tienen en posesión terrenos colindantes con las costas de Jalisco no respeta concesiones, derechos adquiridos, comuneros o ejidales. Los 315 kilómetros de litoral desde Puerto Vallarta hasta Barra de Navidad son oro molido que bien vale presiones que van desde cañonazos de millones de dólares hasta el abuso de la fuerza.

Como a los cocodrilos la gente atemorizada quiere que se los lleven, a quienes poseen predios, los especuladores los quieren ahuyentar para que dejen la zona limpia y pueda seguir la colonización en una región pasarela del jet set internacional que busca la privacidad del enorme jardín semivirgen, uno de los más biodiversos del país.
En La Manzanilla, en pleno corazón de la Costa Alegre, Irene Amezcua Quiroz pela un coco con la firmeza del machete, debajo de la palapa donde atiende el hambre de los turistas en esa playa de ensueño. A un lado de su ramada, un letrero pegado al cerco de palo y alambres reza: “Propiedad privada”. La mujer, de 62 años, suspira porque ese terreno ahora cercado fue de ella y su marido, muerto hace 16 años. Fue de ellos hasta que un tal Joaquín Rodríguez Cruz, ejecutivo de Banamex, decidió que la parte que les había comprado no era tan pequeña sino que abarcaba todo el solar, y por medio de componendas con las autoridades logró hacerse de la totalidad del terreno, echar a la mujer, que para entonces ya había quedado viuda, destruir la casa de madera a fuerza de motosierras y echar todo el humilde menaje por la borda antes de cercar.
Desde entonces comenzó el peregrinar de Irene. Por más de 10 años ha ido de Puerto Vallarta a Guadalajara, de Melaque a la ciudad de México, en un peregrinar por oficinas de gobierno que sólo le dan largas, que le ponen más trámites, pero que no resuelven el despojo. En el ínter, ha sido presa de abogados huizacheros, ha caído a la cárcel acusada de despojo y ha tenido que ver cómo sus tres hijos se le fueron a Estados Unidos para mandarle el dinero necesario y continuar con el litigio sin fin en el intento de recuperar la propiedad heredada.
El sábado pasado, muy cerca de ahí, en la playa de Tenacatita, locatarios de las palapas que por más de 30 años han estado asentadas en el lugar se reunieron con su abogado, Macario Barrera Monraz, para continuar la estrategia de defensa de sus negocios y tratar de que sea revocada la concesión que desde 1992 fue entregada irregularmente a la empresa Rodenas SA, del empresario tapatío y presidente de la Canaco Guadalajara, José María Andrés Villalobos, quien en aquel entonces dicen que fue el que ordenó la quema de las palapas para expulsar a los residentes y demostrar que era una zona donde podía construirse un complejo turístico, y quien también logró apenas el año pasado que policías estatales apresaran a 15 locatarios también al acusarlos de despojo, todos los cuales debieron pagar 16 mil pesos de fianza para poder salir de Puente Grande, prisión a la que fueron llevados y a la que tienen que regresar cada 15 días a firmar su libertad condicional.
Don Oscar Ortega, con sus 70 años a cuestas, se revuelca en su propio coraje al ser tratado como delincuente, por estar obligado a ir a Guadalajara cada quincena. “Puah”, escupe en la codiciada playa, “esto aumentó con la llegada de Alberto Cárdenas como gobernador, y desde ahí puros problemas”. El abogado Barrera Monraz confía en que muy pronto, ante la serie de evidencias y hechos que han logrado acumular por años, la concesión que ostenta Rodenas sea cancelada; además del derecho de posesión que tienen los locatarios asentados desde hace décadas, dice que cuentan con el apoyo de los habitantes en toda la región, quienes se han presentado a defenderlos ante la constante presión judicial.
En el restaurante Don Lupe, justo a la entrada de la desviación que lleva a la casa que Arturo Montiel terminó de remodelar a un costo millonario el año pasado en Careyes, la dueña se despertó una madrugada de hace dos años sacudida por la ráfaga de los balazos. La mujer debió echarse de cabeza al suelo para evitar perderla bajo el rocío de plomo. Sus dos hijos hoy se hacen cargo del negocio codiciado por uno de los caciques de la región, quien no ha logrado convencerlos por la buena de que le vendan. Por la mañana salen a la bahía para subir en sus lanchas e irse de los mariscos que avituallan el restorancito, pero también en esa playa deben sufrir la presión de quienes –como la familia Brignione– ahora han puesto en vilo la existencia de la Cooperativa de Producción Pesquera de la Ribera de Careyes y su concesión de más de 4 mil metros cuadrados junto al mar de aguas diáfanas.
En Tomatlán, un hijo de indígenas, Miguel Hernández, presume las casi 30 hectáreas de estero que tiene bajo su posesión, y en los que cultiva tilapias y camarones a un lado de un inmenso campo bananero en la sindicatura llamada El Poblado. Dice que le han ofrecido hasta 150 mil dólares por hectárea, pero que no venderá porque vivir ahí es su felicidad. Tal vez más adelante, cuando el precio crezca y los años le lleguen, podría hacerlo, pero no hoy.
Sin embargo, muy pocos lugareños con propiedades o concesiones se resisten al embate de los especuladores de terrenos o los turisteros deseosos de construir en el paraíso, donde predios de 50 por 50 metros con frente de playa en La Manzanilla se ofrecen en el mercado mundial de bienes raíces a 3 millones 372 mil 600 dólares, de acuerdo con la empresa Costa Alegre Properties, una más de las que hoy se dedican con éxito a la colonización de esta zona semivirgen, donde se enclava la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, y donde nombres como Roberto Hernández, Giorgio Brignone, Arturo Montiel, Plácido Domingo o Heidi Klum, se entrelazan en el jet set internacional de propietarios o aspirantes a serlo, en la exclusividad de una de las regiones biodiversas más importantes del país.
La Klum se paseaba la semana pasada por la playa de La Manzanilla sin el tumulto de cámaras que le siguen por todo el mundo en sus pasarelas de top model. En brazos llevaba a su hija pequeña mientras los lugareños la tomaban por otra gringa más. En Careyes, su esposo compró hace 14 años una propiedad a la cual la familia viene cada vez que puede.
También en esa zona, como Arturo Montiel prefiere hacerse lo menos visible y su propiedad es ya muy conocida, la renta de la paradisiaca mansión con albercas, muelle privado, desniveles con cascadas y canchas de tenis, es otra de las opciones. Los más recientes arrendatarios fueron españoles, de la televisión del país ibérico que realiza la serie El Gran Hermano, y la casa sirvió de escenario para que los huéspedes tuvieran una encerrona sin molestias.
También es conocida la propiedad privada que en su mayor parte es la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, bajo la protección de la fundación que dirigen los herederos del multimillonario inglés sir James Goldsmith, quien finalmente logró con apoyo financiero y técnico en 1988 el decreto de reserva para asegurar la existencia de especies nativas y, también, la riqueza biológica alrededor de la casa de fantasía que la familia construyó en Cuixmala.
En ese lugar, de acuerdo con el censo más reciente, existen 600 cocodrilos que andan libres en los esteros, los cuales se desecarían de concretarse los megaproyectos turísticos colindantes, el de mayor impacto ecológico conocido como IEL La Huerta, de Roberto Hernández, que consumiría 256 hectáreas para una marina de 161 yates, con villas, búngalos y zonas comerciales, además de dos hoteles con mil 25 habitaciones en total, 35 lotes residenciales y las vialidades necesarias.
Pero esos animales, que tendrían que sobrevivir a la invasión y alejarse de las playas privadas en un país que las prohíbe, comenzarían su extinción en la tristeza de antes haber sido convertidos en animales de feria que, como en Puerto Vallarta, se suben a los campos de golf para que los caddies los apedreen, con la agravante de que acá tendrían además que eludir la quilla de los yates extranjeros que llegarían en flujo constante.