La muerte de un niño, atacado por un reptil cerca de la costa jalisciense, motivo de ira contra los saurios
JUAN CARLOS G. PARTIDA - La Jornada Jalisco
Tomatlán, Jal., 13 de mayo. Cocodrilos, comuneros, cooperativistas y ejidatarios de la costa de Jalisco comparten su destino en los 315 kilómetros de litoral entre Puerto Vallarta y Barra de Navidad.
Los reptiles, con todo y sus 200 millones de años en el planeta, están en riesgo de ser extinguidos de la región por los seres humanos, a raíz de la muerte de Kevin Tapia Alatorre, un niño de cinco años atrapado por un lagarto durante la primera semana de mayo en el río Tomatlán, muy cerca de La Cumbre. El incidente desató la paranoia en la zona, a unos 115 kilómetros al sureste de Puerto Vallarta.
Los letreros que sugieren "Cuidado con el cocodrilo", junto a ríos o esteros, compiten en número con los que rezan "For sale" (En venta), que menudean al lado de la carretera México 200, que corre paralela al mar.
Muy pocos lugareños con propiedades o concesiones se resisten al embate de los especuladores de terrenos o promotores turísticos deseosos de construir en el paraíso, donde predios de 50 por 50 metros con frente de playa en La Manzanilla, se ofrecen en el mercado mundial de bienes raíces por 3 millones 372 mil 600 dólares, según la empresa Costa Alegre Properties, una más de las que hoy se dedican con éxito a la colonización de esta zona semivirgen, donde se enclava la reserva de la biosfera Cuitzmala-Chamela y donde nombres como Roberto Hernández, Giorgio Brignone, Arturo Montiel, Plácido Domingo o Heidi Klum figuran entre los propietarios o aspirantes a serlo.
¿Quién fue el asesino?
En La Cumbre, población del municipio de Tomatlán, se dice que el mismo cocodrilo que mató al niño se llevó en las fauces una semana después a un burro para meterlo a una de sus cuevas y esperar a que pudriera.
Las historias de puercos y gallinas desaparecidas tienen en desvelo permanente a familias ribereñas, sabedoras de que el lagarto puede caminar por tierra hasta 13 kilómetros en una noche; cuando oyen ladrar a los perros, todos en la comarca abren los ojos de su mal dormir.
"Ese es el asesino", acusó Leovigildo Ramírez desde un vehículo detenido en la carretera sobre el puente del río Tomatlán, mientras apuntó con el dedo a un solitario cocodrilo echado en un playón para tomar el sol.
Por varios minutos, el cocodrilo abrió las fauces, bufó como toro de casta enojado y regresó de un rápido movimiento al agua, entre el saltadero de peces asustados por el retorno del gigante.
"Cabrón", remató Leovigildo, quien se equivocó, ya que el lagarto de casi tres metros de largo que vio no fue el homicida de Kevin, pues éste era un reptil que medía al menos cinco metros.
En La Cumbre, junto al interminable campo bananero donde la fruta crece fragante en la calurosa humedad, en las lagunas abundan los "caimanes", nombre con que aquí se conoce al Cocodrilus acutus, en una región donde los pumas son "leones" y los jaguares, "tigres".
Con sus habilidades de navegante y su caminar a intervalos, los cocodrilos migran de un estero a otro, de un río al que sigue, nadando o a paso firme entre bosques de mangle. Dicen también los habitantes que estos reptiles llegaron a La Cumbre durante la década de los 70, ''bajo el poder de un encantador de cocodrilos que murió de viejo, a pesar de que su acto principal era bailar junto a ellos y meter la cabeza en medio de las fauces''.
En el rancho de la laguna de San Juan, colindante con el Pacífico y la desembocadura del Tomatlán, los cocodrilos cada vez son menos queridos. Hay redes que les restringen el paso y los obligan a subir por el río. Los pescadores no quieren que los acutus les quiten los peces, que junto con los perros son sus presas favoritas.
Los vecinos de La Cumbre se impacientan por lo que consideran poca acción de las autoridades contra los bichos, que no les permiten disminuir el calor bañándose en el río. Por ello, pobladores y autoridades se reunirán este lunes para acordar acciones, pero algunos lugareños ya comenzaron a mostrar pistolas y escopetas, como ocurrió en Mezcalitos, al noroeste, en los límites con Nayarit, donde el 7 de mayo encontraron muerto a balazos a un cocodrilo de dos metros y medio, tras el episodio de Kevin.
Helios Hernández Hurtado, responsable del cocodrilario de la Universidad de Guadalajara, en Puerto Vallarta, informó que la presión urbana desató la venta de terrenos en el hábitat del reptil. Es común ver cocodrilos sobre el campo de golf de Vallarta, cerca del aeropuerto o en la laguna El Salado, donde se construye un centro de convenciones.El especialista calculó que en Puerto Vallarta habría hasta 200 lagartos, y la población en toda la costa de Jalisco ronda los mil.
El mayor número de cocodrilos habita a 130 kilómetros de Vallarta, en la reserva de la biosfera Chamela-Cuitzmala, bajo la protección de la fundación que dirigen los herederos del multimillonario inglés sir James Goldsmith, quien logró en 1988 el decreto de reserva para asegurar la existencia de especies nativas.
El censo más reciente de Hernández Hurtado contabiliza 600 reptiles, que andan libres en esteros que se desecarán, de concretarse megaproyectos turísticos como IEL La Huerta, que consumiría 256 hectáreas para una marina de 161 yates, con villas, búngalos y zonas comerciales, además de dos hoteles con mil 25 habitaciones en total, 35 lotes residenciales y vialidades.
Otra zona de alta densidad del acutus es La Manzanilla, cerca de los límites con Colima. Una cooperativa de lugareños administra el estero del lugar convertido en santuario de cocodrilos. Un par de lanchas a remo recorren con turistas tres kilómetros de aguas dulces, mangles y aves exóticas.
Esa parece la solución, eso piden quienes viven en Tomatlán y Puerto Vallarta, donde hay más saurios conviviendo con el hombre.
Que se los lleven, que los pongan en lugares a resguardo, en libertad pero dentro de territorios restringidos.
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