Son siete de los esteros más importantes de la costa de Jalisco, y todos presentan distintos grados de presión humana que invade sus espacios, corta las rutas del agua dulce y contamina.
La Manzanilla - La Huerta Agustín del Castillo -ENVIADO - PÚBLICO
El robusto cocodrilo (Crocodylus acutus) reposa perezoso a la orilla del canal del estero, impasible ante la mirada de visitantes curiosos e impertinentes, que se le acercan asombrados pero confiados, se toman fotos con tan inusual aborigen y tal vez jamás han visto películas atrozmente reales de primos enormes de este reptil, devorando humanos a destajo en algún rincón de África o del populoso sudeste asiático.
Porque su apariencia es temible, pero el depredador goza de lo lindo, pacífico y silencioso, el baño de sol que le prodiga la mañana calurosa que cubre el estero La Manzanilla, uno de los siete nuevos sitios Ramsar —humedales prioritarios de importancia internacional— que fueron designados oficialmente en la costa de Jalisco, a comienzos de este mes.
Este cuerpo de agua rodeado del verdor caprichoso de los mangles es el asiento de la comunidad de lagartos más nutrida del litoral de la entidad: cerca de 300 podrían sostenerse de la pesca abundante y la generosidad cotidiana de las turistas, quienes con sus regalos de carne y viandas hacen parecer limosneros desvalidos y comodinos a los poderosos y antiguos cazadores. ¿Habrá Spenglers o Savonarolas entre las estirpes caimanescas para denunciar esta decadencia?
La otra especie numerosa que habita este ardiente rincón del trópico la forman los forasteros, Homo sapiens nordicus, quienes han creado, en el último decenio, un nuevo Ajijic: casas californianas, albercas, jeeps o camionetas doble tracción, letreros en inglés y explosión demográfica entre la selva, el manglar y el arenal.
Es un crecimiento desordenado que ha traído daños al propio estero, el cual recibe aguas contaminadas y es mermado constantemente por las extracciones humanas. Las zonas federales (playas y ríos) están invadidas; la basura, el ruido y la deforestación ocupan las laderas contiguas; los manantiales son sobreexplotados; la selva caducifolia retrocede en definitiva. No como aquella mañana de octubre de 1995, cuando el mar se tragó la llanura con árboles y casas, pero sólo por unos minutos, lo que a la postre parece haber dado banderazo de salida a esta irrupción caótica de fincas, transacciones irregulares y avaricia, entre el sabio silencio de monstruos oficialmente en peligro de extinción (NOM-059-ECOL-2001), y aquí, aparentemente jubilados de la lucha por la supervivencia.
Este conjunto de problemas no es privativo de La Manzanilla. Francisco de Asís Silva Bátiz, jefe del Departamento de Estudios para el Desarrollo Sustentable de Zonas Costeras de la Universidad de Guadalajara, encabezó el trabajo de documentación para justificar que los frágiles esteros de la costa se convirtieran en sitio Ramsar. Los expedientes son reveladores de distintos grados de presión humana tanto en La Manzanilla como los otros seis ecosistemas ahora protegidos por la convención internacional que tomó el nombre de la ciudad irania donde se firmó, en 1971.
“Luego de la declaratoria, se debe establecer un programa de manejo porque se trata de que la calidad natural y el uso sustentable de los recursos allí permanezcan; esa es la tarea que queda de inmediato”, señala el científico.
No son los académicos y ambientalistas los únicos interesados en ello. Por ejemplo, en La Manzanilla habitan dos ciudadanos extranjeros, Dorrance Woodward y Davison Collins, que se enamoraron del lugar y desean detener el deterioro, aportando talento, recursos económicos y mucha paciencia para cambiar las costumbres “progresistas”, lo cual es parte de las grandes oportunidades que abre esta crisis ambiental.
“Estamos muy interesados en permanecer aquí, pero luchando porque esta naturaleza tan maravillosa se proteja y que los servicios públicos tengan la calidad adecuada para no dañar”, subraya Collins, estadunidense establecido desde hace siete años en el poblado.
El atractivo de la costa jalisciense atrae nuevos pobladores, que afectan el equilibrio de los humedales | |
Un mundo escaso
La cobertura total de manglares en Jalisco es de apenas 2,400 hectáreas, en cifras redondas, lo cual es poco más de 1 por ciento de lo que existe en las Marismas Nacionales de Nayarit y Sinaloa, pero muy importante para la región Centro Pacífico (Jalisco, Colima y Michoacán), que reúne solamente 6,530 hectáreas de ese tipo de vegetación. El área total nacional es de casi 655 mil hectáreas, según datos de la UdeG y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Conservación (Conabio).
La convención Ramsar, promovida por la Organización de las Naciones Unidas, prevé la protección de pantanos y marismas, lagos y ríos, pastizales húmedos y turberas; estuarios, deltas, bajos de marea, zonas marinas próximas al litoral, manglares, arrecifes de coral y sitios artificiales como estanques piscícolas, arrozales, embalses y salinas, siempre que sostengan fenómenos naturales importantes, en especial en relación con especies protegidas y aves migratorias, y con un historial de uso humano igualmente valioso.
Manglares son “comunidades vegetales densas frecuentemente arbustivas o bien arborescentes de tres a cinco metros de altura, por lo general, pudiendo llegar a 25 metros. Habitan en orillas bajas y fangosas de las costas; son características de esteros y de desembocaduras de ríos. Sus componentes son Rhizophora mangle [mangle rojo], Avicennia germinans [mangle negro], Laguncularia racemosa [mangle blanco] y Conocarpus erectus [mangle botoncillo]”. (Descripción del sector forestal, CUCBA-UdeG, 1998). Se trata de sitios de reproducción de especies acuáticas de alto valor comercial y funcionan como amortiguador de los efectos de ciclones.
La costa de Jalisco posee al menos catorce humedales de gran importancia. Su extensión conjunta es de 3,800 hectáreas de espejo de agua. Habitan al menos 117 especies de aves, doce de ellas, en alguna categoría de riesgo de extinción; 23 de ellas se reproducen en estos ecosistemas y 84 son migratorias. Además, están asociados a santuarios de tortuga marina y a la reproducción del cocodrilo. Hoy, ocho de ellos (pues Chamela-Cuixmala ya tenía la categoría) son sitios Ramsar.
Los siete sitios aprobados el pasado 2 de febrero, en un trabajo conjunto de la UdeG, la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), son las lagunas de Navidad, Xola-Paramán y Chalacatepec, así como los esteros de La Manzanilla, Agua Dulce-El Ermitaño, El Chorro y Majahuas, enclavados en los municipios de Cihuatlán, La Huerta y Tomatlán.
Recuento de daños
El reto de mantener las funciones biológicas, económicas y sociales de los esteros recién protegidos no es pequeño, según se señala en las fichas científicas aprobadas por la convención Ramsar.
En la laguna de Navidad: “Algunos proyectos turísticos iniciados en la década de los ochenta, produjeron sin precedente las mayores transformaciones e impactos en el sistema lagunar. Se talaron extensas zonas de manglar en la zona sur y suroeste de la laguna y se modificó la topografía del margen suroeste a través de rellenos, terraplenes, dragados, ampliación del ancho de la boca natural, y la construcción de una escollera, lo que provocó la alteración del patrón de circulación hidrológica y los regimenes de erosión-depositación [sic] de sedimentos tanto dentro de la laguna como en la playa marina adyacente”.
En Xola-Paramán y en Chalacatepec: los sitios han sufrido “degradación en la calidad del hábitat y de sus recursos, principalmente con la tala de manglar y de vegetación circundante a la misma, así como por la contaminación de agua por agroquímicos”.
En Majahuas y en El Chorro: “Los efectos principales se limitan actualmente a la tala del manglar en algunas partes, así como la deforestación de áreas de selva baja caducifolia. El incesante avance de la frontera agrícola ha propiciado reducción de los manglares en los últimos 20 años. Existe un riesgo siempre latente de que se instalen megadesarrollos turísticos sin la debida planeación ambiental y sin mitigación de impactos negativos”
En Agua Dulce-Ermitaño: “Entre los principales factores que afectan el sistema se encuentra el desvío de agua para fines agrícolas, el uso de agroquímicos en las áreas de cultivo circundantes y que son acarreados al sistema, aguas de uso doméstico que son descargadas en los ríos que abastecen al estero, y la deforestación. La Laguna Agua Dulce pierde profundidad debido a la depositación de material proveniente del estero El Ermitaño a través del canal de interconexión. Existe amenaza de próximos megadesarrollos turísticos…”.
Finalmente, La Manzanilla, esa pequeña patria de cocodrilos aburguesados y gringos jubilados: “Este estero fue impactado de manera fundamental con la construcción de la carretera costera de Jalisco a principios de la década de 1970-1980, ya que limitó el flujo de agua dulce. A principios de la década de 1980 se construyó un camino de pavimento-terracería de ingreso a la playa Boca de Iguanas (en la bahía de Tenacatita) la cual dividió el estero en dos partes (limitando el flujo de agua entre ellas); además se construyó una brecha de terracería a lo largo del margen suroeste, cuya obra supuso la remoción de mangle a lo largo de este margen. Un tercer impacto importante ha sido el crecimiento urbano particularmente hacia el este, sur y suroeste, y es uno de los principales factores con mayor potencial de cambio de las características ecológicas del sitio”.
Pero la vista del estero aún impresiona, denso en su vegetación, con sobrevuelos variopintos de miles de aves de todas las tierras, con murmullos silvestres irreconocibles, con cientos de lagartos supervivientes de muchas eras geológicas, hoy de asueto, entre hombres gentiles que les regalan su paraíso primordial, según el Génesis, primer libro de la Biblia de los cocodrilos.
Diversas organizaciones y gente denuncian la degradación en proceso | |
Siete Ramsar nuevos
Laguna de Navidad. Espejo de agua de 3.7 kilómetros cuadrados; manglar sobre 5.3 km2; laguna salobre con comunicación permanente al mar. Municipio de Cihuatlán
Estero La Manzanilla. 0.48 km2 de espejo de agua; manglar sobre 1.9 km2. Comunicación intermitente con el mar. Municipio de La Huerta
Laguna de Chalacatepec. 8.1 km2 de espejo de agua; 5.7 km2 de cobertura de manglar. Incomunicado con el mar. Municipio de Tomatlán
Estero El Chorro. 2 km2 de espejo de agua y 0.6 km2 de manglar. Comunicación temporal con el mar. Municipio de Tomatlán
Estero Agua Dulce–El Ermitaño. 11.8 km2 de espejo de agua; 1.1 km2 de manglar. Comunicación temporal con el mar. Municipio de Tomatlán
Laguna Xola-Paramán. 7 km2 de espejo de agua, 15 ha de manglar. Comunicación intermitente con el mar, estero hipersalino. Municipio de Tomatlán
Estero Majahuas. 1.3 km2 de espejo de agua y 1.35 km2 de manglar; comunicación temporal con el mar. Santuario de tortugas marinas. Municipio de Tomatlán.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario