El gobernador se ufana de resolver a fondo el problema de las llantas. Al día, se pierden 63 hectáreas de ecosistemas y cientos de animales.
Este jueves se inauguró la trituradora de llantas en el tiradero de Picachos. Foto: Tonatiuh Figueroa
Agustín del Castillo - PÚBLICO
Jalisco celebró ayer el 36 Día Mundial del Medio Ambiente, mientras sus desiertos crecen.
“Hay mucho que celebrar el día de hoy”, dijo ufano el gobernador del estado, Emilio González Márquez. Y enumeró: la entrada en operaciones de la trituradora para llantas de Picachos —inauguración que encabezó en Zapopan—, la nueva planta de tratamiento de aguas negras en Lagos de Moreno, su patria chica; las próximas licitaciones para el saneamiento de las aguas de la zona metropolitana, y las ambiciosas metas de la reforestación.
Y para darle un tono más épico, aseguró que por primera vez en 466 años —los que tiene Guadalajara asentada en el valle de Atemajac— se están tomando medidas para afrontar los pasivos ambientales.
Al mismo tiempo, el PRI, encabezado por su presidenta nacional, Beatriz Paredes Rangel, hizo “un abrazo por Chapala” que no reunió ni a mil ciudadanos, pero tuvo la carga simbólica de ofrecer a un tricolor que incorpora a su agenda el tema, como nunca antes. En realidad, la celebración no fue ignorada en casi ningún rincón de la entidad.
Mientras las autoridades hacían solemnes actos en que refrendaban su amor y su pasión por la conservación de la naturaleza, renovando la promesa de combatir fieramente la contaminación y sus perversos efectos en el hombre, el día avanzó su corto trecho de 24 horas que casi exactamente —por diferencia de minutos— corresponde a los ritmos del cosmos.
Y el enemigo, que en esta conmemoración no pronuncia discursos, ni besa niños, ni se toma fotografías con hermosas edecanes, pero sí conoce el valor del tiempo, no lo dejó ir en balde.
Estuvo trabajando, cobijado en un anonimato nacido del secreto y del número (es decir: miles de individuos a quienes nadie vigila).
Así, alrededor de 660 árboles de los bosques (tres metros cúbicos de madera por cada uno) fueron derribados a golpes de motosierra, para alimentar el negocio forestal legal o clandestino; al menos 63 hectáreas de ecosistemas naturales dejaron de existir, junto con decenas de animales silvestres, para abrir espacios a la agricultura, a la ganadería y a los asentamientos humanos, lo que en buena medida explica por qué esos sitios serán vastas tierras baldías, el avance irresistible de la desertificación.
Pero el enemigo tiene múltiples rostros, y no siempre es una voluntad activa. Frecuentemente se reduce a una simple “inercia”: ayer mismo se generaron cerca de cuatro mil toneladas de basura por más de diez mil localidades, para ser —entre más o menos mal y pésimamente— depositadas en vertederos legales e ilegales, cuando no terminaron a la orilla de los caminos —la capital tuvo su propia y breve pesadilla en la clausura de su principal vertedero.
Otras cuatro mil toneladas de contaminantes emitidas por autos y procesos productivos, en su mayor parte bióxido de carbono, subieron a la atmósfera de las ciudades.
Por si fuera poco, casi 1,400 millones de litros de agua contaminada fueron arrojados a los ríos sin ningún tratamiento por todas las localidades que fabrican basura y gases tóxicos (para ver la fuente de los datos, revisar el recuadro anexo).
El enemigo es silencioso y activo. El gobierno da declaraciones y promete, a condición de que no se sacrifique “el interés superior del estado”, o sea: abrir carreteras, permitir asentamientos, estimular la ganadería extensiva, construir presas y atraer inversión productiva a casi cualquier precio (“¿pero qué son unos cuántos arbolitos?”, exclamó irritado hace unas semanas un funcionario constructor, exasperado porque “intereses oscuros” le frenaron su carretera).
—Gobernador, ¿hay algo que celebrar en Jalisco en medio ambiente?
—Yo creo que reconociendo todos los problemas que hay, hay mucho que celebrar; sin ir más lejos, el que dos millones 700 mil llantas que desechamos al año ya no serán material contaminante, eso es algo fundamental; perdón el atrevimiento, pero es algo histórico, el poder empezar a resolver un problema de éstos […] tenemos que celebrar que ahora hay más gente que está afinando sus carros […] y tenemos también que seguir haciendo conciencia de que no estamos viviendo en el paraíso, que tenemos problemas de contaminación de aire, de agua, de deforestación, pero no todo es blanco, no todo es negro […] Este día nos sirva para fortalecer la conciencia de que o cuidamos el medio ambiente, o el medio ambiente hará de nosotros lo que quiera.
Más allá de triunfalismos, la necia realidad. Loma Dorada, en Tonalá, tuvo valores de contaminación atmosférica “por encima de la norma”, o sea, malos. Los combatientes de un amplio incendio forestal en el Nevado de Colima respiraron, pero el fuego afectó 750 hectáreas. La tequilera González González, SA, una de las 20 gigantes de la ciudad, recibió una módica multa de 150 mil pesos por aterrorizar a sus vecinos con “100 por ciento de explosividad” hace diez días.
Alguien leyó entonces unos versos proféticos: “El desierto crece: ¡ay de aquel que abriga desiertos! […] no olvidéis hombre, al que han consumido placeres; tú eres la piedra, el desierto, eres la muerte...” (Nietzsche).
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