Agustín del Castillo - PÚBLICO
El rector de la Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño Torres, visitó ayer el aún magnífico pero reducido bosque de niebla de las cañadas del Cuervo, en Talpa de Allende, y se comprometió a revivir la lucha de seis años de los moradores del municipio, para erigir sobre casi 56 mil hectáreas una de las reservas naturales protegidas más ricas del occidente mexicano.
Por lo pronto, la institución pretende establecer allí un laboratorio similar al que funcionó en La Primavera o al que opera en Las Joyas, en sierra de Manantlán.
Para ello, la universidad cuenta con el ofrecimiento de la Secretaría de Desarrollo Urbano (Sedeur) de cederle las 150 hectáreas que compró la dependencia, a precio de oro (60 mil pesos la hectárea, contra un valor de mercado de 15 mil pesos, según lo reveló Público el 28 de enero de 2007), como medida de “mitigación” por los graves daños provocados por la carretera ilegal abierta en la zona a partir de 2004 por el gobierno de Jalisco; en ese terreno, que formará parte de la zona núcleo de la demarcación, comenzarán las labores de protección e investigación sistemáticas.
Briseño Torres advirtió que será de “la máxima prioridad” la constitución como reserva de la biosfera de la comunidad clasificada por los científicos como “bosque mesófilo de montaña”, que incluiría otras asociaciones vegetales de la Sierra Madre del Sur, como son bosques de pino, de encino y de oyamel, así como bosque tropical caducifolio y subcaducifolio.
Tan sólo en la zona de El Cuervo sobreviven decenas de especies en peligro de extinción, entre ellas, la comunidad de arce o maple de azúcar (Acer skutchii) más importante del occidente mexicano, un verdadero superviviente de las últimas glaciaciones, pues se trata de una especie propia de los ambientes neárticos, enclavada en el corazón del mundo neotropical.
El bosque mesófilo de montaña es uno de los grandes amenazados con el cambio climático, por ser un ecosistema de transición biogeográfica que puede ser borrado si se elevan las temperaturas promedio. Alberga más variedad de especies que la selva húmeda. Cubre sólo 0.87 por ciento del territorio nacional, con 10 por ciento de la flora de México (unas tres mil especies) y hongos, lo que subraya tanto su extraordinaria importancia como su alta fragilidad.
La tentativa de protección de la zona tiene su historia. Fue respaldada desde el año 2002 por la mitad de la población adulta de este municipio, que firmó la petición patrocinada desde la Administración municipal, en especial, por el entonces regidor de ecología, Toribio Quintero Moro, promotor de la restauración de microcuencas, quien incluso tiene un hongo endémico de la región, Blumenabia toribio talpensis, en homenaje a su lucha por la naturaleza (Público, 17 de agosto de 2002).
Sin embargo, el planteamiento fue desdeñado por el gobernador Francisco Ramírez Acuña, quien tuvo las peores relaciones con el sector ambiental tanto ciudadano como gubernamental, y bloqueó todas las iniciativas bajo la idea que eran obstáculos al desarrollo del estado.
El rector de la UdeG acudió ayer a la tupida floresta, ubicada a tres kilómetros del entronque con la inclusa carretera Talpa-Llano Grande, acompañado por el presidente municipal de Talpa, Gildardo Sánchez González; el diputado local, Jorge Alberto Villanueva; el propio Toribio Quintero Moro y diversos científicos universitarios.
Dijo que buscará que este bosque sea protegido “para beneficio de la humanidad […] la pretensión es, como lo hemos hecho en la sierra de Manantlán, con el laboratorio científico Las Joyas, crear un laboratorio natural en un esquema acordado con el gobierno de Jalisco. Debemos proteger la gran información que está aquí disponible para nuestros científicos, y que no podemos despreciar. Es más lo que desconocemos que lo que conocemos de este bosque. Por eso quise venir a este sitio, para entre todos detonar una gran conciencia que sirva para protegerlo”.
Agregó: “tenemos estas áreas para conservarlas y estudiarlas, pero también que puedan servir de educación ambiental para que vengan los niños, los jóvenes […] este es un magnífico laboratorio viviente que debemos cuidar y conservar. Así que vamos a hacer las gestiones necesarias desde el Congreso del estado, el gobierno de Jalisco y la universidad, para presentarnos ante las autoridades federales, y podamos declararlo como área natural protegida, en una reserva de la biosfera”.
También acudió al sitio el investigador del Departamento de Ecología y Sistemática Vegetal, del CUCBA, José Antonio Vázquez García, uno de los descubridores de la comunidad biótica.
El científico explicó que los bosques de niebla demandan una elevada humedad atmosférica gran parte del año y la mezcla de elementos florísticos y faunísticos de ambos hemisferios del continente americano “contribuyen a su elevada diversidad”.
Entre las características de este tipo de vegetación destacan la diversidad alta de epífitas (plantas que viven sobre grandes árboles) y helechos. Las orquídeas son numerosas. Abundan árboles de géneros como el Carpinus (mora blanca), Ostrya (mora roja), Alnus (aile), Magnolia (magnolia), Quercus (encino), Juglans (nogal), Tilia (cirimbo), Cornus (azulillo) y Acer skutchii rehder, éste último, subespecie del arce azucarero (Acer saccharum) típico de la América boreal, añadió.
“La zona núcleo que buscamos proteger comprende una extensión de 6, 759 hectáreas, con una zona de amortiguamiento de 49 mil hectáreas. Es importante que también sea protegida esta zona, ya que de talarse esa área cambiaría las condiciones de microclima requeridos para conservar la biodiversidad del bosque. La Sedeur, como compensación ambiental por la construcción de la carretera, está dispuesta a cedernos por lo pronto 150 hectáreas. Si apresuramos el paso, a fin de año podríamos tener la declaratoria lista, solo para ser presentada ante las instancias federales”, puntualizó el académico.
El problema, como en todas las áreas naturales valiosas del país: la propiedad pública es mínima y no se ha sabido insertar a los dueños en un proceso de manejo adecuado y compensación que los haga aliados de la protección institucional.
No obstante, el alcalde de Talpa, Gildardo Sánchez, destacó que se ha impedido la tala con relativo éxito. Sin duda ayuda el apoyo de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), que este año aporta en subsidios para conservación y manejo sustentable cerca de quince millones de pesos.
Además, “hemos avanzado mucho. Llevamos doce años trabajando con ellos y haciéndoles ver la importancia de este bosque. Para que sea declarado zona protegida es importante su participación, porque tienen el derecho ancestral de la zona. Por fortuna han entendido el mensaje y están dispuestos a colaborar”, aseguró.
La verdad, ese supuesto acuerdo siempre ha sido precario. En 2003 se frenó por medio de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) un aprovechamiento forestal agresivo en las inmediaciones de la umbría. Entre 2004 y 2006, la maquinaria del gobierno derribó varias hectáreas boscosas de la prolongación de esta cañada hacia el poniente, para dar paso a la carretera a Llano Grande, que no contaba con permisos ambientales.
Y no se puede dejar de lado el problema de la cacería clandestina que afecta a especies tan notables como el jaguar, que utiliza estas montañas como corredor y coto de caza, lo que lo ha enfrentado al hombre en la creciente y desordenada colonización de los últimos 40 años.
El área protegida es la apuesta por cambiar la tendencia, hasta hoy irresistible, de destrucción.
Una protección fallida a seis años
Está a punto de cumplir seis años la propuesta de protección de los bosques de la Sierra Madre del Sur en Talpa, con su zona núcleo en la cañada del Cuervo, donde sobrevive la comunidad de arce o maple más nutrida del subtrópico mexicano, residuo de las últimas grandes glaciaciones
El gobierno de Jalisco, omiso en su responsabilidad de proteger la zona, abrió en 2003 el trazo de la carretera Talpa-Llano Grande y dañó los bosques mesófilos de montaña vecinos del arce, sin contar con permisos ambientales. Esto significó una multa de 4.5 millones de pesos por parte de la Profepa, la cual fue recurrida. En 2005, el organismo federal le exigió comprar el predio como compensación a los daños ocasionados
Pero la compra de los predios no es una idea nueva; en 2004 la planteó el secretario de Medio Ambiente, y en 2005, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas anunció que habría recursos para lograrlo. Por otro lado, las gestiones para la reserva de la biosfera con zona núcleo en estas cañadas donde nace el río Talpa no han avanzado casi nada
Con el pago de nueve millones de pesos, la Sedeur adquirió 150 hectáreas del predio Ojo de Agua del Cuervo a finales del año 2006; la meta inicial era comprar mil hectáreas para garantizar mejor la conservación de la zona; el costo pagado por hectárea, de 60 mil pesos, resulta excesivo: en la zona, una hectárea de bosque se paga a diez mil pesos
21 por ciento de sus especies están amenazadas o en peligro de extinción en el caso de la flora, y hay animales en riesgo. El valor de las florestas se incrementa por su producción de agua: abastecen de manera permanente a los poblados del municipio de Talpa diseminados entre los contrafuertes de la sierra, incluida la cabecera municipal.
Por lo pronto, la institución pretende establecer allí un laboratorio similar al que funcionó en La Primavera o al que opera en Las Joyas, en sierra de Manantlán.
Para ello, la universidad cuenta con el ofrecimiento de la Secretaría de Desarrollo Urbano (Sedeur) de cederle las 150 hectáreas que compró la dependencia, a precio de oro (60 mil pesos la hectárea, contra un valor de mercado de 15 mil pesos, según lo reveló Público el 28 de enero de 2007), como medida de “mitigación” por los graves daños provocados por la carretera ilegal abierta en la zona a partir de 2004 por el gobierno de Jalisco; en ese terreno, que formará parte de la zona núcleo de la demarcación, comenzarán las labores de protección e investigación sistemáticas.
Briseño Torres advirtió que será de “la máxima prioridad” la constitución como reserva de la biosfera de la comunidad clasificada por los científicos como “bosque mesófilo de montaña”, que incluiría otras asociaciones vegetales de la Sierra Madre del Sur, como son bosques de pino, de encino y de oyamel, así como bosque tropical caducifolio y subcaducifolio.
Tan sólo en la zona de El Cuervo sobreviven decenas de especies en peligro de extinción, entre ellas, la comunidad de arce o maple de azúcar (Acer skutchii) más importante del occidente mexicano, un verdadero superviviente de las últimas glaciaciones, pues se trata de una especie propia de los ambientes neárticos, enclavada en el corazón del mundo neotropical.
El bosque mesófilo de montaña es uno de los grandes amenazados con el cambio climático, por ser un ecosistema de transición biogeográfica que puede ser borrado si se elevan las temperaturas promedio. Alberga más variedad de especies que la selva húmeda. Cubre sólo 0.87 por ciento del territorio nacional, con 10 por ciento de la flora de México (unas tres mil especies) y hongos, lo que subraya tanto su extraordinaria importancia como su alta fragilidad.
La tentativa de protección de la zona tiene su historia. Fue respaldada desde el año 2002 por la mitad de la población adulta de este municipio, que firmó la petición patrocinada desde la Administración municipal, en especial, por el entonces regidor de ecología, Toribio Quintero Moro, promotor de la restauración de microcuencas, quien incluso tiene un hongo endémico de la región, Blumenabia toribio talpensis, en homenaje a su lucha por la naturaleza (Público, 17 de agosto de 2002).
Sin embargo, el planteamiento fue desdeñado por el gobernador Francisco Ramírez Acuña, quien tuvo las peores relaciones con el sector ambiental tanto ciudadano como gubernamental, y bloqueó todas las iniciativas bajo la idea que eran obstáculos al desarrollo del estado.
El rector de la UdeG acudió ayer a la tupida floresta, ubicada a tres kilómetros del entronque con la inclusa carretera Talpa-Llano Grande, acompañado por el presidente municipal de Talpa, Gildardo Sánchez González; el diputado local, Jorge Alberto Villanueva; el propio Toribio Quintero Moro y diversos científicos universitarios.
Dijo que buscará que este bosque sea protegido “para beneficio de la humanidad […] la pretensión es, como lo hemos hecho en la sierra de Manantlán, con el laboratorio científico Las Joyas, crear un laboratorio natural en un esquema acordado con el gobierno de Jalisco. Debemos proteger la gran información que está aquí disponible para nuestros científicos, y que no podemos despreciar. Es más lo que desconocemos que lo que conocemos de este bosque. Por eso quise venir a este sitio, para entre todos detonar una gran conciencia que sirva para protegerlo”.
Agregó: “tenemos estas áreas para conservarlas y estudiarlas, pero también que puedan servir de educación ambiental para que vengan los niños, los jóvenes […] este es un magnífico laboratorio viviente que debemos cuidar y conservar. Así que vamos a hacer las gestiones necesarias desde el Congreso del estado, el gobierno de Jalisco y la universidad, para presentarnos ante las autoridades federales, y podamos declararlo como área natural protegida, en una reserva de la biosfera”.
También acudió al sitio el investigador del Departamento de Ecología y Sistemática Vegetal, del CUCBA, José Antonio Vázquez García, uno de los descubridores de la comunidad biótica.
El científico explicó que los bosques de niebla demandan una elevada humedad atmosférica gran parte del año y la mezcla de elementos florísticos y faunísticos de ambos hemisferios del continente americano “contribuyen a su elevada diversidad”.
Entre las características de este tipo de vegetación destacan la diversidad alta de epífitas (plantas que viven sobre grandes árboles) y helechos. Las orquídeas son numerosas. Abundan árboles de géneros como el Carpinus (mora blanca), Ostrya (mora roja), Alnus (aile), Magnolia (magnolia), Quercus (encino), Juglans (nogal), Tilia (cirimbo), Cornus (azulillo) y Acer skutchii rehder, éste último, subespecie del arce azucarero (Acer saccharum) típico de la América boreal, añadió.
“La zona núcleo que buscamos proteger comprende una extensión de 6, 759 hectáreas, con una zona de amortiguamiento de 49 mil hectáreas. Es importante que también sea protegida esta zona, ya que de talarse esa área cambiaría las condiciones de microclima requeridos para conservar la biodiversidad del bosque. La Sedeur, como compensación ambiental por la construcción de la carretera, está dispuesta a cedernos por lo pronto 150 hectáreas. Si apresuramos el paso, a fin de año podríamos tener la declaratoria lista, solo para ser presentada ante las instancias federales”, puntualizó el académico.
El problema, como en todas las áreas naturales valiosas del país: la propiedad pública es mínima y no se ha sabido insertar a los dueños en un proceso de manejo adecuado y compensación que los haga aliados de la protección institucional.
No obstante, el alcalde de Talpa, Gildardo Sánchez, destacó que se ha impedido la tala con relativo éxito. Sin duda ayuda el apoyo de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), que este año aporta en subsidios para conservación y manejo sustentable cerca de quince millones de pesos.
Además, “hemos avanzado mucho. Llevamos doce años trabajando con ellos y haciéndoles ver la importancia de este bosque. Para que sea declarado zona protegida es importante su participación, porque tienen el derecho ancestral de la zona. Por fortuna han entendido el mensaje y están dispuestos a colaborar”, aseguró.
La verdad, ese supuesto acuerdo siempre ha sido precario. En 2003 se frenó por medio de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) un aprovechamiento forestal agresivo en las inmediaciones de la umbría. Entre 2004 y 2006, la maquinaria del gobierno derribó varias hectáreas boscosas de la prolongación de esta cañada hacia el poniente, para dar paso a la carretera a Llano Grande, que no contaba con permisos ambientales.
Y no se puede dejar de lado el problema de la cacería clandestina que afecta a especies tan notables como el jaguar, que utiliza estas montañas como corredor y coto de caza, lo que lo ha enfrentado al hombre en la creciente y desordenada colonización de los últimos 40 años.
El área protegida es la apuesta por cambiar la tendencia, hasta hoy irresistible, de destrucción.
Una protección fallida a seis años
Está a punto de cumplir seis años la propuesta de protección de los bosques de la Sierra Madre del Sur en Talpa, con su zona núcleo en la cañada del Cuervo, donde sobrevive la comunidad de arce o maple más nutrida del subtrópico mexicano, residuo de las últimas grandes glaciaciones
El gobierno de Jalisco, omiso en su responsabilidad de proteger la zona, abrió en 2003 el trazo de la carretera Talpa-Llano Grande y dañó los bosques mesófilos de montaña vecinos del arce, sin contar con permisos ambientales. Esto significó una multa de 4.5 millones de pesos por parte de la Profepa, la cual fue recurrida. En 2005, el organismo federal le exigió comprar el predio como compensación a los daños ocasionados
Pero la compra de los predios no es una idea nueva; en 2004 la planteó el secretario de Medio Ambiente, y en 2005, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas anunció que habría recursos para lograrlo. Por otro lado, las gestiones para la reserva de la biosfera con zona núcleo en estas cañadas donde nace el río Talpa no han avanzado casi nada
Con el pago de nueve millones de pesos, la Sedeur adquirió 150 hectáreas del predio Ojo de Agua del Cuervo a finales del año 2006; la meta inicial era comprar mil hectáreas para garantizar mejor la conservación de la zona; el costo pagado por hectárea, de 60 mil pesos, resulta excesivo: en la zona, una hectárea de bosque se paga a diez mil pesos
21 por ciento de sus especies están amenazadas o en peligro de extinción en el caso de la flora, y hay animales en riesgo. El valor de las florestas se incrementa por su producción de agua: abastecen de manera permanente a los poblados del municipio de Talpa diseminados entre los contrafuertes de la sierra, incluida la cabecera municipal.
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