Jorge Covarrubias - LA JORNADA JALISCO
La ironía es el reducto final donde caben las respuestas a situaciones que de otra manera no podrían entenderse. Sólo así puede explicarse que haya pobreza donde la riqueza abunda como un diamante en bruto, al que sólo falta someterlo a un proceso de depuración. Es el caso de Ayotitlán (el ejido más grande del país), zona de mayor biodiversidad de Jalisco, cuna mundial del maíz y donde se encuentra la mina de hierro más rica de México.
Ninguno de estos elementos ha logrado mitigar la pobreza de las aproximadamente 88 comunidades que conviven en la región porque no son los nativos quienes explotan sus recursos naturales; son empresas mineras del país (Peña Colorada) y que han llegado del extranjero (Los Juanes) a extraer los ricos yacimientos de oro, plata y hierro.
Un nuevo problema se cierne sobre la región. Desde finales de la década de los 90, la alimentación de sus habitantes se ha visto alterada por el alto consumo de refrescos, frituras y dulces que llegan a montones a pequeños expendios localizados en todas las comunidades.
Por una extraña razón, los indígenas se han hecho adictos a la coca cola y a las sopas instantáneas. No hay prácticamente ningún alimento que no sea acompañado de esta bebida gaseosa, la beben adultos, ancianos y también los niños. La situación comienza a preocupar a la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI) de la Universidad de Guadalajara, toda vez que dichas poblaciones registran altos índices de desnutrición en el sector infantil y obesidad en los adultos.
“Es a lo que más fácil tienen acceso y más fácil de adquirir, porque estas empresas llegan directamente ya a estas comunidades y por el costo que le sale más barato es comprar mejor una coca cola que adquirir los otros alimentos de consumo básico y porque no hay forma de sembrar, y la escasez de trabajo, entonces la misma cosa les va quitando el hambre, pero inconscientemente lo hacen para poder soportar el hambre, pero va aumentando el problema de la obesidad”, señala José de Jesús Loza Sánchez, responsable de educación en comunidades indígenas de la UACI.
Expone que ni el gobierno federal ni el estatal han logrado instrumentar un programa de salud pública y específicamente de nutrición para atender a la población infantil.
Los caminos agrestes no han sido impedimento para el ingreso de las camionetas de la compañía refresquera y de otras industrias relacionadas con la producción de botanas y bebidas alcohólicas que poco a poco han ido desplazando al tradicional pulque y aguamiel. La cerveza enlatada, además del refresco, es todo un éxito.
El saldo, sin embargo, es preocupante; a los problemas de desnutrición, obesidad y caries dental se suma el deterioro del medio ambiente. Quien les vendió el producto se olvidó de informar a sus consumidores que los envases de plástico no son biodegradables. Derivado de ello es que a la gente se le ha hecho fácil arrojar la basura a la tierra y mantos acuíferos que atraviesan el ejido; el río Marías, situado en la parte más baja de la región, es un ejemplo. Además del material que dejó la minera Los Juanes para la excavación de una mina, en la corriente de agua se han localizado pequeños bultos de plástico.
La salud de los habitantes desafortunadamente no se corresponde con la atención médica. En lo que va del año han fallecido seis personas por picadura de alacrán debido a que no hubo ningún médico que suministrara algún antídoto para neutralizar el veneno. A falta de ello, la gente ha tenido que recurrir a métodos poco ortodoxos para curarse a sí mismos. Samuel Díaz Flores, ejidatario de Ayotitlán, quien en días pasados sufrió un piquete de alacrán en el brazo izquierdo, se aplicó un chorro de cloro que le produjo una quemadura intensa, la cual le dejó unas manchas blancas que sobresalen en su tez oscura. Dijo que era para atenuar el dolor mientras llegaba al médico, pero pasó el tiempo y nunca asistió.
Durante la asamblea de ejidatarios del domingo pasado, en la que el Consejo de Mayores pretendió destituir a Jesús Michel Prudencio del Comisariado Ejidal por sus presuntos favores a la minera Peña Colorada, éste aseguró que la industria ha representado ventajas en cuestión de salud, pues ha llevado médicos y ha otorgado becas a destacados estudiantes indígenas.
De acuerdo con el representante del Consejo de Mayores, lo dicho por el comisario ejidal es una verdad a medias; la minera sólo ha brindado servicios de consulta, y en cuanto a las becas que proporcionan, no son más que una “miseria”.
“Traen médicos nomás para ver cómo están de los lentes o como pa' hacernos tontos, nada más son consultas y las becas van bien amarradas que tienen que sacar alto puntaje”, se lamenta el representante del Consejo de Mayores.
“Ellos se están llevando casi 2 mil millones de dólares y sin embargo le dan 700 (pesos) a un estudiante, ni un centavo siquiera de lo que se llevan de los intereses. Viéndolo así como va multiplicado, ni un centavo son los que dan aquí a la comunidad”, añade.
La UACI trabaja en la implementación de un taller nutricional que comenzará el próximo mes en las comunidades indígenas a través del programa de Educación en Comunidades Indígenas (Educomi), cuya finalidad es precisamente rescatar la gastronomía tradicional compuesta por legumbres, maíz y carne de conejo y venado.
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