La tragedia del depredador más calumniado de América del Norte
Cinco pequeños lobeznos son la esperanza de una especie exterminada de Jalisco y el mundo, y refugiada en los zoológicos.
AGUSTÍN DEL CASTILLO - PÚBLICO
Los cinco lobeznos corren a ocultarse al fondo de la jaula, asustados ante la irrupción de los hombres.Es como si supieran que en el trágico destino que cayó sobre su especie, exterminada hace pocos decenios del medio silvestre, los verdugos fueron seres como los que ahora se asoman a su madriguera; esos animales erguidos que con todo y sus grandes cerebros se permitieron perseguir a sus ancestros con crudo salvajismo por las llanuras y montañas de México y del sur de Estados Unidos, en una suerte de “solución final” exitosa que ha dejado a estos cánidos al borde de la leyenda.Pero estos pequeños Canis lupus baileyi, nacidos hace seis semanas en el Zoológico Guadalajara, son supervivientes por doble partida: además de tratarse cronológicamente de los últimos ejemplares nacidos de un depredador oficialmente desaparecido de la naturaleza, se salvaron del celo excesivo de su madre, que asfixió a dos hermanos de tanto traerlos de una madriguera a otra, presa de los nervios; otra vez: es como si temiera que se los arrebataran; como si estuviera consciente de que sus carceleros son los mismos que condenaron a toda su parentela.La administración del zoológico decidió separar a las crías, bajo el criterio que es mejor conservar genes y sucesiones que familias disfuncionales. La idea es consolidar el programa binacional (México-EU) de recuperación del lobo mexicano, con la esperanza aún lejana de que el carnívoro vuelva a cazar y aullar en sierras y estepas de América del Norte. Pero los esforzados biólogos, zoólogos, ecólogos y anexos que trabajan en el proyecto, han llegado a la inevitable conclusión de que es más fácil destruir que reconstruir, sobre todo cuando en las ruinas a que se redujo una forma viviente no ha quedado casi nada, y que todo debe partir de tres o cuatro cepas genéticas que quién sabe si sean suficientes para desarrollar descendencias sanas y vigorosas que reconquisten sus antiguas heredades.Hoy apenas existen alrededor de 240 lobos de esta especie, diseminados en zoológicos de ambos países, y unos cuantos ejemplares reintroducidos en reservas ecológicas y ranchos de Nuevo México y Chihuahua, cuya suerte aún es incierta.Los cachorros, primera camada que nace en Guadalajara, crecen saludables, y se alimentan de carne y croquetas para tener un balance en su digestión, pues ya no beben leche materna. Y aunque son huidizos, hay uno de talla ligeramente mayor, macho, que se distingue por su mayor curiosidad. Vence el temor y empieza a olfatear, a inspeccionar en las mochilas, a rastrear. Sus tres hermanos y su única hermana, con la cola baja, se escurren de los captores, y si ya no pueden entrar a la jaula, se van al extremo del alojamiento y se protegen entre los troncos sueltos y el zacate. Gimen desconcertados, como criaturas indefensas que son, pero sin agresividad, contra la mala reputación difundida por sus enemigos.
Un monumenjo funerario en La Lobera parece metáfora imperfecta de la extinción de una especie, en los cañones de JaliscoLa verdad es que el lobo no era peligroso para el hombre. “Un animal de estos siempre huye, evade un encuentro”, apunta Pablo Varela, director técnico del recinto. Es cuestión de sentido común, agrega Andrés González, director del centro de fauna de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat): los lobos mexicanos se movían en grupos familiares pequeños, a diferencia de los enormes lobos de Canadá y Alaska, y depredaban fundamentalmente sobre animales de tallas menores, pues en muchas partes de su distribución escaseaban los grandes ungulados (alces, ciervos, bisontes).Sin duda, la invasión del ganado europeo cambió en parte sus hábitos y no faltaron ataques y muertes de becerros. Pero el hombre exageró ese papel y con ello desempeñó para la especie lobuna el oficio del Diablo (calumniador; de diaballo, término de origen griego: acusar, calumniar). La derrota del lobo adquiere así un tono cósmico. Pero su drama es perfectamente natural, realista y concreto: los rifles y las escopetas, los cebos con carne envenenada, las trampas (loberas), fueron instrumentos del metódico exterminio en territorio mexicano. Entre 1950 y 1980 fue fríamente ejecutado el plan de aniquilación. Así se borran del planeta las formas de vida que el humano (“patético semidiós”, lo acusa un tal Mefistófeles) señala como el mal (cómo olvidar a la Caperucita Roja), o acusa de estorbo o baja rentabilidad. El latino Plauto y toda su vasta descendencia literaria tendrían que agregar una variante de aquella célebre frase que dice que el hombre es el lobo del hombre (Homo homini lupus): esta historia demuestra que también Homo lupi lupus (El hombre es el lobo del lobo).La guerraSi bien la competencia y el enfrentamiento entre el hombre y el lobo se remonta a la época de las cavernas, y con el tiempo, la fiera social y eficaz cazadora fue acumulando todos los atributos del mal; en el caso del lobo mexicano, fue la agresiva colonización y ganaderización del oeste norteamericano el comienzo de su fin.A partir de 1880, toda Texas, Nuevo México y Arizona se habían convertido en un vasto entorno ganadero. Hubo grandes matanzas. “Cuando las poblaciones de lobos comenzaron a disminuir, se hizo muy notoria y famosa la presencia de algunos lobos solitarios que adquirieron nombres propios, a la manera de los forajidos del viejo oeste: Las Margaritas, El viejo de un dedo, el Lobo Chiricahua. Cuando alguno de ellos lograba ser muerto, los periódicos anunciaban con festejos el hecho. La Loba Blanca, supuestamente el último ejemplar de lobo en Texas, fue muerta por una recompensa de 500 dólares”, señala el texto denominado Las desventuras del lobo gris mexicano, elaborado por la Dirección General de Vida Silvestre de la Semarnat.
La pareja de lobos mexicanos que han dado vida a la primera camada en la historia del proyecto en Jalisco
Un monumenjo funerario en La Lobera parece metáfora imperfecta de la extinción de una especie, en los cañones de JaliscoLa verdad es que el lobo no era peligroso para el hombre. “Un animal de estos siempre huye, evade un encuentro”, apunta Pablo Varela, director técnico del recinto. Es cuestión de sentido común, agrega Andrés González, director del centro de fauna de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat): los lobos mexicanos se movían en grupos familiares pequeños, a diferencia de los enormes lobos de Canadá y Alaska, y depredaban fundamentalmente sobre animales de tallas menores, pues en muchas partes de su distribución escaseaban los grandes ungulados (alces, ciervos, bisontes).Sin duda, la invasión del ganado europeo cambió en parte sus hábitos y no faltaron ataques y muertes de becerros. Pero el hombre exageró ese papel y con ello desempeñó para la especie lobuna el oficio del Diablo (calumniador; de diaballo, término de origen griego: acusar, calumniar). La derrota del lobo adquiere así un tono cósmico. Pero su drama es perfectamente natural, realista y concreto: los rifles y las escopetas, los cebos con carne envenenada, las trampas (loberas), fueron instrumentos del metódico exterminio en territorio mexicano. Entre 1950 y 1980 fue fríamente ejecutado el plan de aniquilación. Así se borran del planeta las formas de vida que el humano (“patético semidiós”, lo acusa un tal Mefistófeles) señala como el mal (cómo olvidar a la Caperucita Roja), o acusa de estorbo o baja rentabilidad. El latino Plauto y toda su vasta descendencia literaria tendrían que agregar una variante de aquella célebre frase que dice que el hombre es el lobo del hombre (Homo homini lupus): esta historia demuestra que también Homo lupi lupus (El hombre es el lobo del lobo).La guerraSi bien la competencia y el enfrentamiento entre el hombre y el lobo se remonta a la época de las cavernas, y con el tiempo, la fiera social y eficaz cazadora fue acumulando todos los atributos del mal; en el caso del lobo mexicano, fue la agresiva colonización y ganaderización del oeste norteamericano el comienzo de su fin.A partir de 1880, toda Texas, Nuevo México y Arizona se habían convertido en un vasto entorno ganadero. Hubo grandes matanzas. “Cuando las poblaciones de lobos comenzaron a disminuir, se hizo muy notoria y famosa la presencia de algunos lobos solitarios que adquirieron nombres propios, a la manera de los forajidos del viejo oeste: Las Margaritas, El viejo de un dedo, el Lobo Chiricahua. Cuando alguno de ellos lograba ser muerto, los periódicos anunciaban con festejos el hecho. La Loba Blanca, supuestamente el último ejemplar de lobo en Texas, fue muerta por una recompensa de 500 dólares”, señala el texto denominado Las desventuras del lobo gris mexicano, elaborado por la Dirección General de Vida Silvestre de la Semarnat.
La pareja de lobos mexicanos que han dado vida a la primera camada en la historia del proyecto en Jalisco
El proceso culminó, en su primera etapa, en 1942. “La última matanza de lobos en el suroeste de Estados Unidos tuvo las mismas características que las de una persecución política. A mediados de los años setenta [del siglo XX], un lobo que fue conocido como el Lobo de Aravaipa fue visto varias veces en las montañas al oeste de Sulphur Springs, Arizona. Cuando el lobo mexicano fue puesto en la lista de las especies en peligro de extinción, los rancheros temieron que el Lobo de Aravaipa llegase a ser el fundador de una nueva estirpe, así que las uniones de ganaderos de Arizona calladamente hicieron correr el anuncio de una recompensa para quien solucionase el problema. Fue así como el Lobo de Aravaipa fue el primer lobo que murió —paradójicamente— a consecuencia del Acta de Especies Amenazadas [ESA, por sus siglas en inglés], un instrumento jurídico diseñado para la protección de especies consideradas en riesgo”.Entonces, la lucha se trasladó al sur del río Bravo. “Los loberos desempleados se mudaron y continuaron su labor, contratados por los rancheros mexicanos. Un nuevo compuesto químico tóxico, el llamado Compuesto 1080 [monofluoro-acetato de sodio], fue la última causa de la mortandad y eliminación de los lobos en prácticamente todo el territorio de México para el año de 1982”, añade el documento.Fueron dramas múltiples, pero la sociedad permaneció impasible. En Jalisco, no faltan testimonios.Los huicholes de San Andrés Cohamiata recuerdan en términos míticos el enfrentamiento con los Canis lupus baileyi: “El lobo se hizo malo […] era un intermediario entre hombres y dioses. Propiciaba lluvias copiosas y espantaba temibles epidemias. Pero se tornó enemigo. La historia está perdida en el mito, pero la temporalidad podría remitir a cuatro decenios atrás […] los lobos atacaban las vacas, los chivos y los cerdos, todos los bienes que los wixáritari [huicholes] tenían para sobrevivir”; las manadas siniestras asolaban los caminos y tornaban inseguros los traslados por las montañas. Su ulular nocturno era el cantar lúgubre del encono entre especies que habían coexistido por siglos. Reacios al diálogo y la negociación, acusan los indígenas. […] muchos huicholes querían antes las metamorfosis de hombre a fiera y viceversa, por eso dormían a la intemperie en espera de ser bendecidos con ese don. Los misteriosos naguales cambiaban de lobos a infantes en la cumbre de un cerro llamado De los Niños, que permanece como altura sagrada del mundo de San Andrés. Ya declarada la enemistad, los Homo sapiens contaron con la ayuda valiosa de los cantadores violinistas, que con su misteriosa música inclinaron la balanza en la lucha…” (entrevistas del autor con el gobernador tradicional de San Andrés Cohamiata, Francisco González Moreno, y con Magdaleno Guzmán de la Cruz, septiembre de 2002).El mito wixaritari dice que este ángel caído de cuatro patas y fauces carnívoras se precipitó al abismo de la nada. La ciencia es más escueta: el lobo mexicano está extinto de la región huichola de Jalisco.
Los lobitos se accicalan y protegen, lo que confirma su tendencia gregaria que podría calificarse de compasiva, en términos humanos
Los lobitos se accicalan y protegen, lo que confirma su tendencia gregaria que podría calificarse de compasiva, en términos humanos
En las zonas mestizas del estado no le fue mejor. El testimonio aquí es de José Isabel Trigo, morador de La Lobera (toponimia indudable), cementerio de muchos cánidos en el municipio de San Cristóbal de la Barranca. “Las gentes los capturaban chicos y los domesticaban, y eran duros con los extraños y muy buenos vigilantes […] aquí es La Lobera porque había pozos donde entrampaban al animal, atraído por carne que dejaban de cebo en el tiempo en que esto era una hacienda”.El anciano, que rebasa 80 años, recuerda haberse topado con un lobo a los once. Pero tiene muchos decenios sin saber nada, ni escuchar su ulular, el canto bello y siniestro de una naturaleza derrotada.Las loberas se multiplican por todas las zonas montañosas de Jalisco. Don Jesús Padilla Landeros, ex alcalde de Tequila, asegura haber visto hace más de diez años un ejemplar por las veredas del volcán homónimo, apenas a 60 kilómetros de Guadalajara. El cercano bosque La Primavera también mantiene esos viejos topónimos. Los vecinos de El Cuale, los de Quila, los de Cacoma y los de Manantlán enfurecen cuando los naturalistas les preguntan si no confunden al depredador con zorras o coyotes. “No señor, yo sé perfectamente la diferencia; aquí hubo lobos”, protesta José Aragón David, uno de los guardianes de Las Joyas, en Manantlán.¿Y por qué se llama Los Lobos la última localidad importante de Talpa, bajando hacia la costa, cerca de Puerto Vallarta? En la vida son difíciles tantas casualidades.¿La imposible resurrección?La estrategia de resurrección de la especie se basa en los últimos ejemplares en estado salvaje, capturados en 1975 por un especialista estadunidense, y reproducidos en Nuevo México; en la cepa genética de los lobos del zoológico de San Juan de Aragón, de la ciudad de México, debidamente confirmada, y algunos ejemplares encontrados posteriormente en Chihuahua, señala Andrés González, del Centro Integral para la Conservación e Investigación de Vida Silvestre de la Semarnat.“Nosotros atendimos reportes de presencia de lobo entre 1993 y 1997, y los reportes han seguido, sólo que ahora los atiende el subcomité para la recuperación de la especie […] te estoy hablando de Mezquitic, Colotlán, Villa Guerrero, en Jalisco; Valparaíso y sierra de Morones, en Zacatecas. Muchas veces encontramos perros ferales, salía en vez del lobo un hosky o un alaska, o bien, cruzas sospechosas”.Subraya que la extinción del lobo mexicano es “el ejemplo más perfecto que se tiene de control letal de una especie”, y subraya la “gran calumnia” de que fue objeto el depredador para justificar sus muertes.Por eso, las esperanzas del lobo en la región están casi reducidas a lo que hace el Zoológico Guadalajara dentro del plan binacional. En esa madre nerviosa, ese padre garboso y esos cinco lobeznos temerosos del Homo sapiens.En 1981 se recibió el primer lobo procedente del zoológico de SanJuan de Aragón, señala Pablo Varela, director técnico del lugar. “Este macho no fue contemplado para el programa, ya que para esas fechas todavía no se autorizaba el linaje de Aragón como de lobos puros […] en 1997 ingresamos oficialmente al programa binacional para la conservación del Lobo Mexicano. Primero nos mandaron dos machos procedentes de Estados Unidos; en 1999 se va un macho e ingresa la primera hembra […] al no haber éxito reproductivo en octubre de 2001 se le cambia de macho. En enero del 2004 se le cambia nuevamente de macho y permanecen juntos hasta diciembre de 2006, sin éxito reproductivo. En diciembre de 2006 llega una hembra procedente del Centro Ecológico de Sonora. Forma pareja con el macho procedente del Rancho la Mesa, se acoplan rápidamente y una camada de siete crías nace el 9 de abril de 2007”. Es la corta historia de una esperanza que, aunque al último, siempre puede morir.
Los paisajes de los cañones del río Santiago fueron testigos de la extinción de la especie hace 25 o 30 años
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Postcriptum
El león del Atlas o bereber, la más poderosa subespecie del mítico rey de las fieras (Panthera leo leo) en los tiempos modernos (con grandes machos de hasta 270 kilogramos) se extinguió de la vida silvestre alrededor de 1940. Ya no ruge majestuoso en sus montañas norafricanas, inclementemente perseguido, otra vez, por el Homo sapiens.Su caso tiene fuertes paralelos con el pequeño lobo mexicano (de cuando mucho 45 kilogramos de peso), no sólo porque desapareció: también hay un esfuerzo por rescatar sus genes de zoológicos europeos y reintroducirlo a la vida natural. Pero más difícil, porque se duda de la pureza genética de los descendientes del felino gigante, mientras hay garantía plena en el caso de los individuos de Canis lupus baileyi.Ambos son animales calumniados y destruidos por distintas “buenas razones”. Ambos han debido afrontar la casi total desaparición, acosados por un curioso diablo que casi siempre cree en Dios, pero también en su proyecto de poder y muerte sobre todos los rincones del paraíso.