domingo, 4 de mayo de 2008

La extinción amenaza a todos los maíces primitivos

“No se ha valorado la importancia de conservar los sitios y los bancos”.


Sin protección, el Zea perennis sobrevive en las faldas del Nevado de Colima, en Piedra Ancha (foto), Zapotlán, oculto como hierba mala. Foto: Marco A. Vargas

Agustín del Castillo - PÚBLICO
Zapotlán

En Piedra Ancha, municipio de Zapotlán el Grande, existe uno de los cuatro yacimientos de Zea perennis que hay en el mundo. Pero pocos aquí lo saben.

Así, el primo silvestre del maíz, catalogado “en peligro de extinción” en la norma oficial mexicana NOM-059-ECOL 2003, y que contiene información genética que puede ser clave para mantener el soporte de uno de los granos básicos de la humanidad, crece de forma inadvertida, oculto como hierba mala entre los amplios potreros de esta comarca enclavada en las faldas del Nevado de Colima, que de unos años para acá ha sido afectada por el abandono progresivo del mundo rural.

Investigadores de la UdeG tuvieron permiso de la Semarnat para recolectar granos de Zea perennis.


“Creo que lo vi al final de esa parcela, pero hace como dos años”, comenta despreocupado un granjero que atraviesa la vereda con sus reses. El problema es que hay otras gramíneas similares con las que es confundido. Lo extraordinario es que esta región del norte de la montaña más alta de Jalisco es rica en especies cercanas al maíz, lo cual ha generado razas criollas también únicas. Lo lamentable es que no hay una protección real. Las especies del género Zea podrían desaparecer, y no es distinto el caso para el género Tripsacum (cinco especies en la zona), que también pudo participar en el acervo genético del maíz moderno.

En particular, el Zea perennis se restringe a estas faldas del coloso jalisciense, pero no dentro del área natural protegida. Su pariente cercano, el Zea diploperennis, sobrevive en la reserva de la biosfera sierra de Manantlán, siendo el único que goza de protección real.

El investigador Roberto Miranda Medrano, del Centro Universitario de la Costa Sur de la UdeG, lamenta ese desinterés.

“El Zea perennis no está cuidado por nadie: son terrenos de pequeños propietarios y, cuando fuimos a colectarlos, ellos tuvieron curiosidad por saber qué andábamos cuidando. Me dijeron: ‘Nadie nos ha dicho qué era, pero antes había mucho y ahora ya es poquito”.

No ha sido diferente el caso de otras especies. Su uso para ganadería es ancestral, pero la expansión de maíces híbridos, el uso amplio de herbicidas y la competencia de pastos exóticos que la propia Sagarpa (Secretaría de Agricultura Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación) fomentan entre los productores las ha puesto en situación crítica.

Miranda Medrano señala que la situación precaria de los maíces ha preocupado a los científicos, pero no se ha traducido en políticas públicas que sean efectivas, dadas las contradicciones entre proteger y devastar que tienen como línea las dependencias gubernamentales.

“Un investigador de la Universidad de Boston dijo que había que hacer algo, o estas especies van a desaparecer; en la UdeG hemos hecho estudios y hemos visto que en los últimos 30 o 40 años han ido desapareciendo o mermando muchas poblaciones, pero de forma enorme, por el cambio de uso de suelo, por el sobrepastoreo; muchas regiones donde yo colecté el teocintle [“grano de dios”, en náhuatl] se enfrentan a pastos muy agresivos que han sido introducidos; cuando nosotros les decimos que por qué lo meten, los ganaderos nos dicen: ‘Mire, ingeniero: nosotros sabemos que esta planta [el Zea] es buena, pero qué quiere, tenemos un incentivo [de la Sagarpa] por sembrar este pasto”.

—¿No le parece absurdo que sea el propio gobierno mexicano?

—Lo que pasa es que muchas de las decisiones que se toman no son debidamente consultadas; puede haber buenas intenciones, pero, al faltar una base de conocimiento sobre los efectos, pues se termina generando un daño que puede ser grave.

—De hecho, sólo dos especies de Zea están protegidas en la norma oficial mexicana…

Una rara comunidad de Tripsacum, en una remota ladera del Nevado.


—Sí, debería consultarse a la gente de la academia, porque por un lado no tenemos un programa para conservar los maíces silvestres, pero sí hay programas para abrir más zonas de pastoreo, y nunca ven el problema que pueden crear a las especies endémicas […] En mi experiencia, Jalisco ya debería hacer algo para proteger las especies in situ: aquí tenemos de forma exclusiva a escala mundial dos especies, y las otras especies también llegan aquí. Debemos convencer al agricultor y al ganadero de que las conserven y las cultiven, pues pueden tener usos forrajeros…

Jesús Sánchez González, experto en maíces del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, coincide en la tardanza con que el país enfrenta la pérdida progresiva de sus especies. “Hay toda una revolución, y seguramente las semillas de sus especies fueron colectadas con mucha anterioridad y mandadas por todo el mundo; hay reportes documentados de teocintles colectados para herbarios de Estados Unidos ya desde 1842 […] lo preocupante es que no se hable de conservación. El problema no es que las transnacionales se lleven las semillas, eso ya ocurrió seguramente hace muchas décadas; lo realmente preocupante para México es qué vamos a hacer para que estos recursos no desaparezcan…”.

Emiliano Zúñiga Velasco, un pulquero de la zona del Nevado, da una clave que podría salvar a algunos yacimientos: el abandono. En su infancia, el Nevado estaba lleno de árboles, de agua y de gente. Hoy todo escasea, y la quiebra agropecuaria ha ahuyentado a los antiguos moradores. Una comunidad de Tripsacum sobrevive en una ladera empinadísima, a donde ni las vacas trepan. “La conozco de siempre, pero nadie las molesta, aquí ya vienen muy pocos…”.

Tierra de volcanes y del maíz

En la reserva de la biosfera sierra de Manantlán, en el Nevado de Colima y en la región circundante entre ambas, está una de las mayores concentraciones en el mundo de especies silvestres emparentadas con el maíz cultivado [Zea mays]

“En la reserva se encuentran las únicas poblaciones naturales del teocintle o milpilla diploide perenne Zea diploperennis en el mundo, además de poblaciones de otro teocintle, Zea mays subespecie parviglumis, que es reconocido como el ancestro directo del maíz […] Además, en Zapotlán el Grande y Venustiano Carranza se localizan las únicas cuatro poblaciones del teocintle perenne tetraploide Zea perennis”

Por si fuera poco, las montañas albergan “poblaciones de Tripsacum dactyloides; T. laxum; T. mayzar; T. pilosum y T. zopilotense, que podrían haber jugado un papel en la evolución del maíz, ya que se han obtenido híbridos fértiles entre Tripsacum dactyloides y Zea diploperennis”

La región “debe considerarse como un centro de origen, evolución y diversificación del maíz, donde la conservación tanto de las variedades criollas o tradicionales de maíz cultivado y de los parientes silvestres del maíz, es de fundamental importancia”

En cuanto a la raza del Balsas (Zea mays parviglumis), se ha ubicado en la propia reserva protegida, en el cercano municipio de Villa Purificación y en la zona costera de La Huerta, además del municipio de Jilotlán de los Dolores, cerca del límite con Michoacán; esta raza no tiene algún estatus de protección en la NOM, y se le considera con poblaciones “estables”

Aparte de esta gramínea, “existen numerosas especies silvestres parientes de plantas domesticadas, de las cuales destacan diez especies de frijoles, doce especies de tomates de cáscara silvestres; cuatro especies de calabazas; una especie silvestre de papaya, dos especies de aguacates, y cinco especies de papa silvestres.

La colecta era ilegal, insiste ex director

Martín García, ex director de la reserva de la biosfera Sierra de Manantlán, insiste en que nunca autorizó la colecta de semillas de teocintle (Zea diploperennis) en el interior del área natural protegida. Agustín del Castillo - PÚBLICO Martín Gómez García, ex director de la reserva de la biosfera Sierra de Manantlán, insiste en que nunca autorizó la colecta de semillas de teocintle (Zea diploperennis) en el interior del área natural protegida y que, por el contrario, respondió de forma negativa a tal posibilidad a los investigadores de la Universidad de Guadalajara (UdeG) que contaban con autorización de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para realizar las colectas. En una larga carta enviada a este diario —firmada además por Óscar González Garí, de la Red Jalisciense de Derechos Humanos—, el ahora asesor del Ayuntamiento de Cuautitlán remite a un documento, del que no posee copia, que escribió en 2003 al rector del Centro Universitario de la Costa Sur, Juan José Palacios Lara, “donde le señalo la imposibilidad de que se hicieran actividades de colecta, pues están prohibidas en el oficio de referencia [de la Semarnat]”. Señala que en los archivos de la UdeG y de la reserva “se puede verificar el contenido de las respuestas escritas”. No obstante, el investigador Roberto Miranda, quien realizó la citada colecta bajo el amparo de la autorización 10468 de la Semarnat, del 6 de diciembre de 2002, que textualmente permite “la colecta de 20 semillas de cada una de la especies de Zea diploperennis y Zea perennis de 200 a 300 ejemplares” (sic), recuerda que el permiso señala: “Queda estrictamente prohibido efectuar cualquier aprovechamiento de las especies de flora y fauna silvestre cualesquiera que sea su estatus, excepto las especies aquí autorizadas, así como realizarlas en áreas naturales protegidas”. Ambos aspectos son contradictorios. Se “consultó con la Dirección General de Vida Silvestre para que se aclarara este punto del permiso […] la dependencia aclaró que el permiso sólo prohíbe el aprovechamiento, mas no la colecta con fines científicos —de sólo 20 semillas—, en las áreas naturales protegidas; por lo tanto, sí se podía colectar…” (Público, 27 de abril de 2008). Ante esa aclaración, al director de la reserva sólo se le debía notificar, lo cual se hizo mediante oficio DEPA/351/2003, de fecha 2 de septiembre de 2003, “quien dio la autorización verbalmente y nunca solicitó por escrito o verbalmente ningún permiso adicional. Solamente solicitó verbalmente que personal del Imecbio acompañara en la colecta […] por lo tanto, se cumplió cabalmente con el permiso: sólo fue colecta científica de 20 semillas, y no se hizo aprovechamiento de Zea diploperennis”. No obstante, Gómez García persiste en su visión de que se trató de una actividad ilegal que jamás la avaló, ni siquiera verbalmente. Por otro lado, tanto Gómez como González Garí defienden el movimiento de las comunidades indígenas y ejidos de la sierra de Manantlán, “que es para lograr reconocimiento pleno de sus derechos a participar directamente en la administración de la reserva […] ni las propuestas de las comunidades ni las de quienes apoyamos sus derechos han sido para que no se proteja la riqueza biológica de Manantlán o se suprima el decreto de creación de la reserva de la biosfera”. Acusan a la UdeG y al gobierno federal de no permitirles el goce de sus derechos.