Temacapulín es un sitio de veraneo, pero sin la suerte económica de un típico destino turístico. Cada cierto tiempo aparece gente de los pueblos aledaños para bañarse en las aguas termales de sus balnearios y cada diciembre llegan, con fecha de regreso, los migrantes que se fueron a trabajar a Estados Unidos. Sin ellos no hay más de 400 habitantes en este pueblo.
Para llegar aquí hay que querer hacerlo. Es un sitio que no aparece en la mayoría de los mapas y se encuentra a menos de que siga rigurosamente las indicaciones de algún conocedor del camino. La última indicación es bajar por una ondeante vereda flanqueada de paisajes áridos. Casi al llegar verá que en la punta de un cerro resalta un mensaje de piedras blancas: “Temacapulín te saluda”. Sea bienvenido, al sitio que ahogarán al construir la presa El Zapotillo, un proyecto complementario a Arcediano, para abastecer ciudades de la región de Los Altos.
En Temacapulín, perteneciente al municipio de Cañadas de Obregón, casi nada tiene letrero, porque cualquier negocio se conoce por el nombre del dueño y nadie llama a las calles con los nombres de personajes insurgentes o revolucionarios; aquí todos se conocen y saben que la tienda de Luz queda frente a la casa de la regidora María y para llegar a la casa de la regidora María sólo hay que dar vuelta en la primera calle del pueblo a la derecha, es la del barandal negro con el letrero de “No a la presa Zapotillo”.
Su casa, la del frente, en la tienda de Luz y casi en cada puerta hay letreros con consignas que apelan a la fuerza divina: “Virgencita de los Remedios no vamos a permitir que nos toquen ¡Y que Dios nos ampare! ¡Viva Cristo Rey! Nuestra tierra no se vende, se defiende!”.
Son los rezos públicos de pobladores que protestan a la construcción de una presa que dará agua a catorce municipios de la región de Los Altos y otro poco para Guadalajara y León, Guanajuato. Y no es precisamente que estén contra la construcción de la presa, sino de que Temacapulín quedaría millones de metros cúbicos abajo: inundado. Su salvación eterna la perdieron cuando el gobierno del estado sugirió a
“No queremos irnos porque hemos sacrificado todo aquí”, lo dice serio Marcelino, un albañil —y clava la pala en la pila de arena que sacó del río Verde, el que conducirán a la presa El Zapotillo—“nos quieren subir a un cerro donde no hay tierra para sembrar ni para que paste el ganado, tampoco tiene agua como acá abajo”.
Abajo es Temacapulín, un caserío de cantera bordeado por cerros pequeños, de banquetas limpias y casas con patios frescos cercados de plantas y corrales al fondo.
“¿Cree que al reubicarnos nos van a construir casas como las nuestras?”, repara Clemente Torres, el delegado. “La gente de Los Altos extraña hasta la tienda de la esquina cuando se cambia de casa, ¿se imagina si nos sacan?”.
Si los sacan posiblemente los reubicarían en
“¿En qué nos va a beneficiar?”, insiste. No conciben qué harán sin el agua que les permite regar sus sembradíos fuera del temporal, ni cómo será la vida sin los lugares que les dan identidad: la iglesia y una peña donde veneran la marca de un cristo aparecido.
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Desde 2005 se anunció la construcción de la presa, pero fue en agosto de 2007 cuando el gobierno de Jalisco confirmó que la cortina se elevaría
“Necesitamos que venga a ver el pueblo, para que sepa de lo que se trata”, sugiere Clemente. Pero el gobernador le dijo que lo haría una vez que hayan comprado el terreno de reubicación. Clemente se calla, no parpadea: “No la veo fácil ni para el gobierno ni para nosotros”. Mientras, los proyectos ejecutivos de la presa avanzan y, si las fechas se cumplen, la construcción comenzará a mediados del año y con los habitantes nadie ha intentado negociar.
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