jueves, 20 de marzo de 2008

Una visita nocturna al espectacular de La Culebra entre el acoso de la policía colimense

El espectacular plantado en el territorio en disputa entre Jalisco y Colima

De entre la maleza surgen pick ups que resguardan el estandarte que marca el territorio

Juan Carlos G. Partida - La Jornada Jalisco


El regreso es incómodo, ya son muchas horas de camino y los vehículos aunque veloces no son una opción adecuada para un viaje de mil 100 kilómetros. Es miércoles 18 de marzo, ya cayó la noche y vamos de regreso a Guadalajara a bordo de dos camionetas repletas de reporteros, cansados y con ganas de estar en casa. Venimos de Tomatlán al paso que dicta desde el primer carro el buen Armando, veterano chofer del gobierno del estado quien ha encabezado el llamado pool de prensa que siguió la gira del gobernador por la costa durante tres días. Pasamos Melaque, luego Barra de Navidad y alguien de los medios, dice: e_SDLqahí está la desviación a La Culebra. Yo, presto, solicito a quien va a resguardo de la camioneta, que hagamos una escala para tomarle fotos al dichoso espectaculare_SDRq; hay algunas dudas, se hacen llamadas de un vehículo a otro, todos los reporteros apoyan. Vamos.

La desviación no es muy larga, pasamos por el puentecito del río Marabasco que meses atrás fue bloqueado y generó una tensión que obligó la presencia de policías federales, hoy ausentes. Luego aparece la costa y algunos hoteles, bungalows, no sabemos si estamos en Jalisco o en Colima porque es la zona en conflicto. Llegamos por fin el anuncio, a pie de carretera: “La Culebra en Manzanillo, Colima”, dice ostentoso. Nos detenemos y los fotógrafos bajan rápidamente. El lugar donde está el espectacular es de suelo arenoso y no existe alumbrado público, aunque la Luna casi llena es un farol oportuno.

“Hay que esperar a mi camarógrafo”, dice una reportera de televisión, nerviosa por perder la imagen, nerviosa también por el lugar donde estamos. Algunos fotógrafos ya se dan vuelo y con esos equipos modernos que sirven para hacer día lo que es noche, captan la imagen. La estructura que sostiene al espectacular es de hierro y no está muy alta sobre el nivel del suelo, uno puede tocar con la mano la lona del promocional si pisa los enormes tornillos que la sujetan por la base. Se ve que recién la pusieron, los alambres con que la sujetaron todavía están lustrosos en una región donde la corrosión de la sal es casi igual de evidente que la noche y el día.

De entre las breñas a unos 50 metros del espectacular, con las luces y las torretas apagadas, sale inesperada una pick up negra. Conforme se acerca, la Luna perfila los detalles del vehículo que rueda a paso de tortuga. Sube a la carretera y se para a unos 20 metros de nosotros, ya con las luces y las preventivas accionadas. De la cabina se ve surgir un flashazo hacia nosotros, nos fotografían evidentemente. Luego el vehículo rueda otra vez, igual de lento, y pasa de largo sin detenerse, con la suficiente lentitud para que todos podamos vernos, aun y cuando los policías colimenses están vestidos de negro como su misma camioneta. Uno de ellos, con otra cámara, nos videograba. La patrulla sigue de frente unos 50 metros y luego vuelve a salir de la carretera para meterse entre el berenjenal agreste.

“Ya vámonos”, urge una empleada estatal que viene en nuestra caravana, quien teme que la presencia de vehículos oficiales pueda tomarse por una provocación, así hayan sido los reporteros los que promovieron la inesperada visita. Llega la camioneta con los camarógrafos, quienes también se bajan y de inmediato buscan los mejores ángulos para iniciar su trance de grabación. Quienes están a cargo del viaje urgen a que nos retiremos, no sea que los podamos meter a ellos en un lío laboral.

“Corta, con eso es suficiente”, ordena la reportera a su camarógrafo. “Todavía no termino”, contesta. “¡Que cortes!”, insiste la reportera. Mientras deciden si cortan o no, aparece la misma patrulla luego de dar un rodeo por entre el monte. Pero aparece acompañada de otra que llega por la carretera y se coloca detrás. De entre la maleza se ve venir una tercera, igual de negra, igual de inesperada. No dicen nada, pero su sola presencia lo dice todo. Resguardan el objeto de discordia desde el anonimato del monte, listos para pedir apoyo en caso necesario.

Todos subimos a los vehículos y nos retiramos del lugar sin que nos molesten. Regresamos por la misma ruta y detrás de nosotros una de las patrullas nos sigue incluso hasta después que volvemos a la carretera federal y retomamos el rumbo hacia Guadalajara. Alguien de los reporteros dice en tono de broma: “Madre santa, y las próximas dos horas tendremos que pasar por territorio colimense”. Todos reímos, algunos más de nerviosismo que de gusto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡no inventen! Dile a Partida que no sean protagónicos, si no se metió a un campamento guerrillero o narco, claro que no les iba a pasar nada. Esto es otra forma de amarillismo, caray