miércoles, 15 de octubre de 2008

Basura en el hogar, la revolución pendiente

Consumir menos y mejor, la clave del cambio individual y familiar

Desde 1960 se ha generado más basura que en el resto de la historia; si la basura doméstica se reduce y separa, descenderá el costo anual de su gestión, que en la ZMG es cercano a 600 millones de pesos

Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO

Lo bueno de esta revolución es que se puede comenzar desde la comodidad de su casa, sin irse a "la bola", perder bienes tan penosamente acumulados o hacer peligrar la preciosa e irrepetible existencia. Y a tan bajo costo, ni modo que usted le diga que no a la misión de transformar el mundo.

Pero se equivocará completamente si piensa que será algo simple y confortable, pues se trata de una insurgencia contra el valor más entronizado de nuestros tiempos: el consumo.

Y para rebelarse, no basta con despotricar en las reuniones con los amigos contra ese ominoso dios que devora bienes y conciencias, y entrega a los humanos la precaria ficción del "tener".

Tampoco es suficiente firmar en la internet cadenitas de mensajes contra la maldad capitalista que saquea recursos naturales, contamina santuarios salvajes y explota legiones de miserables produciendo miles de cosas frecuentemente inútiles. Ni siquiera acudir a reducidas y ruidosas manifestaciones en las plazas públicas, a riesgo de que algún malhumorado automovilista lo tache de lunático, y peor incluso, de que el infaltable y sagaz agente de "inteligencia" lo señale como un peligro para no sé qué político de sabe cuál país.

En realidad, eso de poco sirve frente al enemigo a combatir, que es abstracto y casi inmune, pero tiene una expresión concreta por todos conocida, demasiado familiar; quieta, silenciosa pero olorosa, dueña de todas las formas, poseedora de todas las consistencias, ubicua hasta lo absurdo: la basura.

De esta deidad despojada de grandezas, la fetidez es la marca, y remite a putrefacción, a hacinamiento y corrupción. No sólo afea las calles y los parques, y todo el derredor de los tiraderos; penetra el subsuelo y enturbia los quietos acuíferos, o vuela por los aires y conquista las copas de los árboles. Su descomposición fabrica gases. Su contacto mata seres vivos y reproduce plagas. Es el rostro decadente y real del amor desmedido por consumir.

Combatir las causas complejas de ese desastre "es una tarea muy difícil", señala con frustración mal disimulada Sofía Chávez, una ciudadana que se ha empeñado en poner su granito de arena no sólo en el propio hogar. Maneja con un grupo de amigos un centro de acopio de residuos para reciclar en la colonia Seattle, de Zapopan. Son ya dos años de aventura, en los cuales se han topado con la sorprendente incomprensión de las autoridades y la falta de cultura ciudadana y empresarial en el tema.

"Educar en el tema es difícil, porque todo el sistema está diseñado para llevarte al consumo, y en ese sistema la gente come", explica. Hace largas referencias a cómo el dinero disponible parece tener un extraño mecanismo que motiva a sus poseedores a gastarlo en cosas que no saben para que van a utilizar, o se canaliza al delirio supersticioso de estar a la vanguardia tecnológica antes que perderse en el purgatorio de lo obsoleto: aparatos de comunicación, equipos de sonido o automóviles.

Por si fuera poco, "es obvio que los productos antes se hacían para durar, ahora es intencional que sean casi desechables; el otro día quise reparar un hornito y me sorprendí de lo que me dijo el técnico: la reparación le sale en 400 pesos; en Wal Mart le sale en 300 pesos uno nuevo".

A su juicio, el dilema es claro: o las personas aprenden a razonar sus necesidades de otro modo, o no podremos cubrir ese primer requisito, que es el cambio personal, un estilo de vida menos dependiente de los objetos inútiles y que lleve a consumir sólo lo necesario. El primer paso para generar menos basura.

"Pero no se ha logrado mucho no sólo en México. Yo he visitado naciones europeas que tienen muchos años en el tema. Han resuelto en gran medida el tema de reciclar y separar, pero poco han logrado en consumir menos". Es como una pulsión casi atávica.

Arturo Curiel Ballesteros, investigador de la UdeG, añade al debate: "son varios pasos; el primero es que la basura se coloque en su lugar, el segundo es que se le separe, que se empiecen a utilizar procesos de disminución en lo que llega al basurero, e implementar programas de restauración y reciclaje; el tercero debe de ser la responsabilidad del consumo, y un cuarto paso puede ser el mejorar las tecnologías de producción que se están teniendo, que en la generación las empresas sean responsables, tratar de cambiar su tecnología para ser menos productoras de desperdicios".

El investigador Carlos Padilla Massieu profundiza en el tema: "Una familia urbana que se compone en promedio de cinco personas, produce un metro cúbico de basura mensualmente. Sabemos que una familia que consume desordenadamente produce más basura y que una familia que compra lo correcto para vivir produce menos basura [...] el hombre contemporáneo, de 1960 hasta la fecha, ha producido más basura que desde la época en que empezó a ser hombre hasta 1960.

Pero evitemos pensar que la producción de basura fuera proporcional a la cantidad de habitantes en la tierra, no es así. Es una consecuencia de un desarrollo equivocado, basado en una productividad de tipo económico y no humano, en búsqueda del hombre por acumular más cosas materiales, desechando cuanto es posible el esfuerzo físico, eliminando esa energía metabólica que traemos en nuestro estado natural, esta energía siguiendo la ley menor de esfuerzo, al no utilizarla en alguna faena o labor, nos estamos haciendo cada vez más dependientes de la materia y tecnología automatizada. Estamos perdiendo el don […] de la creatividad al tiempo que vamos perdiendo el bienestar de nuestro planeta…" (su artículo: Basura, problemas y soluciones).

Dulce María García Bugarín, directora de gestión integral de residuos de la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades), sigue el razonamiento: "de ahí tenemos que partir porque nunca lo hemos interiorizado; en el momento en que yo desocupo algo y lo tiro al bote de la basura, en realidad nunca nos ha afectado hasta que nos falta que nos recolecten nuestra basura, que se nos llenó ya de moscas, gusanos, ratas […] hasta entonces es cuando es un problema, [pero] tenemos una ciudad sucia y se acabó, porque ven basura por todos lados, pero no están interiorizados sus costos, y para empezar, esto tiene un costo económico muy fuerte, y esto es algo que desconocen, la recolección domiciliaria, transportarlos, tenemos que manejar transferencias, y llevar la carga hasta el sitio de disposición final; cuántas horas hombre, cuántas horas vehiculo, cuánta gasolina estoy generando, y lo que se hace mal con la basura […] diez por ciento de los gases causantes del cambio climático vienen por toda la disposición inadecuada de nuestros residuos…".

¿Cuánto cuesta recolectar una tonelada de basura y llevarla hasta el relleno sanitario, que es el esquema habitual en Guadalajara? El director de Medio Ambiente y Desarrollo Agropecuario de Zapopan, Justo Osorno Vizcaíno, calcula un precio realista en 400 pesos. Y al día son más de cuatro mil toneladas en la zona metropolitana, es decir, un millón 460 mil toneladas al año, extrapolando cifras, algo así como… 584 millones de pesos. Con eso se construye una carretera tipo C de 100 kilómetros de longitud.

Esto sería mucho menos costoso para el erario, que pagan todos los ciudadanos, pero además, para la calidad de vida humana y la de miles de especies distintas al hombre, con sólo intentar un cambio en cada hogar.

Hay muchas definiciones, aunque coinciden los estudiosos en que normalmente la basura surge "de una revoltura". Mezclar lo orgánico con lo inorgánico, lo sanitario con lo tóxico y los "desechos peligrosos"; no lavar envases y no comprimirlos, son la receta perfecta para hacer basura. Separar estos componentes abre oportunidades económicas por la vía del reciclaje, y evita el alto potencial contaminador de las mezclas que se descomponen lentamente en el relleno sanitario o en el tiradero clandestino.

Si a esto se agrega el ingente volumen de consumo, se comprende por qué es el primer problema ambiental de Jalisco y México, junto con la contaminación del agua.

En contraste, se supone que los rellenos sanitarios están ya obsoletos, y nada se debería generar, pues lo inorgánico tiene amplios espectros para ser reutilizado o eliminado a muy bajo costo ambiental, y lo orgánico se puede reintegrar al ciclo natural como composta o alimento de traspatio. Así sucedía antes de 1960. Revolución es siempre una vuelta al principio.

¿Por qué esto no sucede ahora en Guadalajara? Porque no existe un verdadero mercado para el reciclaje, porque las empresas no están obligadas –como en las naciones desarrolladas- a hacerse responsables de sus desechos y no son sancionadas por no hacerlo; porque al ciudadano le sigue saliendo más barato no separar y no moderar sus consumos.

La revolución por eso comienza en el hogar. Consiste en reducir derroches y eso a veces ocasiona daños mentales, según ciertos psicólogos; obliga a trabajar separando y clasificando desechos, ordenando y reutilizando para evitar que se hagan basura, y eso es causa de fatigas; tiene como precio la incomprensión de los vecinos, el desencanto ante las burocracias escudadas en su temor a lo nuevo, el desánimo recurrente ante los pocos iniciados en estas actividades doméstico-subversivas y constatar lo lejano del paraíso anhelado.

De todos modos, hágalo. Es un esfuerzo humilde, pero la esperanza nunca se muere, y al menos, ser "revolucionario" le arrancará gestos exclamativos a sus cuates indecisos, y dejará a su disposición un selecto grupo de admiradores y una legión de incomprensión, pues querer mejorar el mundo es una locura anticuada.

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