domingo, 5 de octubre de 2008
En El Batán conviven con el dengue, pero no les creen
Sergio Blanco - PÚBLICO
El clima caluroso y húmedo de la zona metropolitana de Guadalajara es el ambiente tropical predilecto de las hembras del mosquito Aedes aegypti, el transmisor del dengue. Más si se trata de alguna colonia periférica popular, de esas colonias que su municipio desdeña y en las que es común encontrar cacharros y depósitos de agua estancada. Como El Batán, en Zapopan, donde la muerte de una joven de 18 años, vecina de la colonia de junto, la Víctor Hugo, confirmó al dengue como un tema diario de conversación.
Cuenta Claudia Rocío Barragán, vecina de la calle Motolinía, que hace dos semanas llegaron del municipio a descacharrizar: “Nos regalaron despensas a los que rejuntaran más bolsas [de cacharros]”. Según dijo, todos los días pasa una brigada a fumigar a las seis de la mañana, lo cual le refutó su vecina: “No, ya no pasan”. “¿Cómo que no? Lo que pasa es que a esa hora todavía no llegas”. “¿A qué hora dijiste?”. “A las seis”. “Ah, de veras”.
Ellas no han enfermado. Pero en Francisco I. Madero 224, a sólo dos cuadras, se encuentra la familia Ramírez Campa, quienes sí sufrieron y aún sufren la enfermedad: “Mi hermano ahorita tiene”, relata Amada Ramírez. Según contó, las autoridades de Salud no creyeron que su madre, Guadalupe Campa Nuño, la padeciera: “La llevé al Hospital Civil Nuevo y le dije al doctor que tenía dengue, y me dijo que no, que era un cuadro diarreico”.
Mercedes Ramírez, una hermana de Amada que vive en Tlaquepaque, platicó que a su hija, Mónica Gómez Ramírez, le dio dengue en El Batán: “A lo mejor ella se lo llevó para allá [para Tlaquepaque], quién sabe, porque a una cuadra de mi casa fue donde se enfermaron las personas”. Mercedes aclaró que en Tlaquepaque sí fueron eficaces al actuar para contener la enfermedad, pues de inmediato acudió a fumigar el personal del municipio.
La experiencia de Mercedes con los nosocomios fue muy similar al atender a su hija Mónica: “La llevé al Seguro, a las Farmacias Similares, al Hospital Civil, al Centro de Salud de Atemajac y en ninguno se lo detectaron [el dengue]”, pero afirma que, aun así, para su hija la experiencia con la enfermedad fue positiva: “Ella dijo que ojalá le vuelva a dar [dengue], porque bajó cuatro kilos”.
Cristina Olmedo vive en la privada Zacatecas y también padeció la enfermedad. Dice que en todas las casas de ahí ha habido al menos tres casos de dengue con una experiencia similar con la incredulidad médica: cuando enfermó le dijeron en el Centro de Salud de Atemajac que había comido algo, y cuando el municipio aceptó el brote procedieron por fin a la aplicación de exámenes, pero que tardaban quince días para dar los resultados.
Don Miguel Sánchez Martín, vecino de la calle Occidental, dice haber sido una víctima pionera: “N’hombre, a mí me chingó y fui el primerito que fui al Centro de Salud de Atemajac [...] Después a mi esposa, mi hija, mi yerno”. Y para quienes no sepan cuáles son los síntomas de la enfermedad, él los describe en carne propia:
“Empecé con un escalofrillito y un dolor de huesos muy fuerte, dije: ‘Pues sí me siento bien jodido’ [...] Nunca en mi vida había sentido un temblor tan gacho y, a la hora, que me da un calenturón; mi esposa, para no asustarme, me dijo que tenía 38 [grados], pero tenía más de 40. [Después] me vino el brote de granitos”. Don Miguel narró que el dengue lo atacó el 28 de julio y que “es una enfermedad tan gacha que todavía hasta estas fechas me siento débil”.
Finalmente, don Miguel dio un consejo que bien puede ser tomado por las autoridades en alguna otra ocasión que surja un brote de dengue: “Al principio lo tomamos como a broma, pero cuando nos dimos cuenta de que hubo muertos, pues entonces dijimos: ‘No, pues sí es de a de veras esta chingadera’”.
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